3. CARACTERÍSTICAS DE LAS
PRINCIPALES COLECCIONES ACTUALES DE TEATRO INFANTIL Y JUVENIL
3.1. Teatro de niños y teatro para niños
Dado que el
término “teatro infantil” abarca una tipología de obras muy distintas, esa
diversidad se trasluce en las obras que podemos encontrar en el mercado
editorial. Como es sabido, hay que distinguir, al menos, dos tipos
fundamentales: el teatro para niños hecho por adultos, que se dirige al niño
como espectador, y el realizado por los propios niños. Alfonso Sastre,
intentando delimitar el concepto, distingue entre: 1) “Teatro de los niños”, para referirse al teatro
hecho por los propios niños; 2) “Teatro para los niños”, que sería el que los adultos hacen para ellos, y 3) un tercer tipo
al que denomina “Teatro mixto”, que
es el más frecuente, el cual se haría a medias entre adultos que dirigen
(autor, director, decorador, algunos actores...) y niños que colaboran en la
representación.
Tal como señala
Juan Cervera, la modalidad más frecuente de “teatro mixto” es el teatro
pensado, escrito y dirigido por adultos e interpretado exclusivamente por
niños. Además, añade una cuarta acepción: el juego dramático espontáneo y libre, que el niño practica
inconscientemente cuando repite acciones observadas en otras personas o en
otros ambientes, e incluso pasajes de representaciones teatrales o
cinematográficas, y que, con todo, está sujeto a convenciones artísticas,
aunque tácitas y elementales. Este sería, según Cervera, el verdadero teatro de los niños, aunque no es
propiamente teatro, por la ausencia de público.
En lo que se
refiere a ediciones de estos distintos tipos de teatro infantil, no vamos a
encontrar ni juegos dramáticos, ni prácticamente ningún texto de teatro de los niños. La experiencia de El ratón del alba en los años sesenta,
en la que los niños crearon sus propias obras, las representaron y se editaron
bajo la coordinación de Carlos Aladro
[1]
,
no tuvo continuidad; no sólo no se ha vuelto a realizar una edición semejante,
sino que tampoco se ha reeditado la obra original, hoy sólo disponible en
bibliotecas especializadas y librerías de viejos. Lo más próximo que
encontramos son obras elaboradas por adultos a partir de una experiencia de
trabajo con niños en la escuela. Así, por ejemplo, para escribir el conjunto de
obras breves titulado Pequeño Teatro
[2]
,
Catalina Arroyo partió de creaciones colectivas en el aula; incorporó leyendas
y costumbres islámicas que aportaron los jóvenes –se trataba de un colegio con
mayoría de alumnos árabes-, y los reelaboró para proponer, a partir de estos
materiales, una serie de ejercicios para el aprendizaje del español como lengua
extranjera; por tanto, no puede considerarse que estemos ante un verdadero
teatro de los niños.
3.2.
Lectura y representación
En consecuencia, los textos que vamos a encontrar en el
mercado editorial son básicamente textos escritos por adultos para ser
representados por niños (“teatro mixto”)
y textos escritos por adultos para ser interpretados por adultos ante un
público infantil (“teatro para niños”). Además, encontramos un nuevo grupo de textos que escapa a la
clasificación anterior: los libros de lectura, que se presentan en forma de
álbumes ilustrados. Aunque esta cualidad pone en cuestión su carácter
propiamente teatral, otras características –el carácter dialogado, la presencia
de acotaciones, el desarrollo de un conflicto dramático- los aproximan a los
textos dramáticos; además, al tratarse de libros dirigidos a lectores muy
jóvenes, pueden suponer para sus lectores un primer acercamiento a este género.
Juan Cervera se refería a estos libros como un estadio intermedio antes de
montar una obra, aunque en su opinión, la finalidad última de la literatura
dramática para niños era la de ser escenificada:
La presencia en
el mercado de algunos libros de Teatro Infantil destinados a su lectura más que
a su representación puede aceptarse como estímulo para volver a la práctica de
la representación, pero no como solución definitiva
[3]
.
De este modo, atendiendo a su finalidad (lectura o
representación), entre las actuales colecciones, podemos distinguir un conjunto
de textos enfocados claramente a la lectura; otro destinado expresamente a su
montaje en el aula, y un tercer grupo, más numeroso y heterogéneo, de obras
que, en principio, parecen dirigidas a ser representadas por adultos ante
niños; no obstante, al ser obras más elaboradas en su lenguaje y en su
estructura que las destinadas a su representación por niños, también resultan
adecuadas en muchos casos para la lectura, y en algunos casos, adaptando el
montaje escénico a las posibilidades reales del grupo, también son susceptibles
de ser representadas por niños (generalmente, de más edad que los que
constituirían su público si estas fueran representadas por adultos).
De las colecciones que publican obras teatrales destinadas
expresamente a su lectura, la más importante es “Montaña Encantada”, de la
editorial Everest, en sus títulos dirigidos a
primeros lectores; aunque también se ha publicado algún título en otras
colecciones (editorial Juventud). En estos libros, las ilustraciones tienen una
presencia tan importante como el propio texto, de forma que ambos se
complementan sin que se puedan disociar entre sí.
Entre las colecciones que publican obras expresamente para
su representación por niños, se encuentran “Teatro Infantil” y “¡A escena!”,
ambas de la editorial Parramón; así como “Teatro
Breve”, de CCS, y la mayoría de los títulos de “Escena y Fiesta”, también de
CCS. Estas obras tienen unas características específicas que las definen como
obras encaminadas a su representación por escolares. La elasticidad en el
número de personajes que pueden llegar a intervenir en la representación es uno
de los aspectos más buscados por los autores que escriben este tipo de obras,
por lo que en muchas de ellas vamos a encontrar personajes corales –cuyo número
puede variar en función de las posibilidades de la clase-, o indicaciones como
la que sigue, extraída de una versión teatral de El mago de Oz: “La forma abierta de
contemplar la obra permite que nos adaptemos al número de personajes, o que
adaptemos el número de personajes al del alumnado: puede haber tantos como se
necesiten, porque es muy fácil eliminar y otro tanto sumar”
[4]
.
E igualmente, se suelen dar soluciones escenográficas posibles de realizar en el
aula sin grandes dificultades; así, en la misma obra citada, encontramos la
siguiente indicación:
Teniendo en cuenta que la historia transcurre en diversos
lugares, el campo, la ciudad Esmeralda, el trono del Mago de Oz, etc., el decorado irá en función de lo que se pretenda
conseguir con la puesta en escena de la obra e irá en consonancia con el
público al que se le vaya a presentar la actuación y a la sofisticación del
vestuario, iluminación, música, etc.
No obstante, tomando como referencia lo que suele ser la
generalidad de recursos con los que se cuenta en la mayoría de los centros
educativos, nos inclinamos por sugerir un decorado que nos permite facilitar la
representación. Proponemos un único escenario dando la oportunidad al público
de imaginar los lugares, a no ser que realmente se desee o prefiera presentar
los distintos momentos
[5]
.
Indicaciones en la misma línea las encontramos
reiteradamente en este tipo de obras. Normalmente, es en la utilería y en el
vestuario donde se concretan más las indicaciones escénicas. También en el
propio formato del libro se refleja su carácter de obras destinadas a su
representación por niños: de forma más evidente, en las colecciones de Parramón, en las que los textos van generosamente
acompañados de ilustraciones y fotografías que dan una clara idea de cómo debe
ser escenificada la obra en cuestión; por su parte, las colecciones de CCS,
delimitan sus márgenes tipográficamente mediante una
línea, y en ellos incluyen notas de dirección indicando los momentos en que
entra algún efecto especial, un corte musical, un cambio escenográfico o en la
iluminación, etc. Además, antes de cada obra, suelen incluir una introducción
en la que el autor describe cómo ha de ser el montaje, con indicaciones sobre
la caracterización de los personajes, utilería, decorado, iluminación, música,
etc.
Al margen de las citadas, otras colecciones incluyen de
forma ocasional obras pensadas expresamente para su representación por niños o
por jóvenes; así, por ejemplo, La niña
que no sabía que lo era, de Sury Sánchez (editada
en la colección “Alba y Mayo Serie Teatro”), contiene numerosos ejercicios de
expresión corporal que cobran tanta importancia como el propio texto, por lo
que no se concibe como texto para ser leído ni para ser representado por
adultos ante un grupo de niños en un papel pasivo
[6]
.
Aunque se trata de un libro ilustrado, Regaliz
y Piruleta, de Fernando Almena, es otra obra
claramente enfocada a su representación por escolares. A modo de ejemplo,
entresacamos unas líneas de la presentación que este autor realiza de su obra:
Uno de los problemas que habitualmente se presenta a la
hora de montar una obra de teatro en los centros escolares radica en que el
escaso número de personajes impide que pueda actuar toda una clase o varios
grupos de clases, lo que se agudiza a la hora de elegir un texto para trabajar
durante el curso escolar y representarlo como colofón del mismo. […].
Por otra parte, las dimensiones de los escenarios
dificultan las representaciones populosas y, en especial, aquellas en que es
aconsejable un gran espacio escénico, a lo que se unen las reducidas
dimensiones de las salas, que minimizan el número de espectadores y que, en
muchos casos, obligan a repetidas, angustiosas y poco aconsejables
representaciones.
Esa problemática se intenta obviar con esta obra. En
consecuencia, su tratamiento escapa intencionadamente de lo coloquial,
anecdótico o puramente argumental, propio más de obras pensadas para el clásico
escenario a la italiana, y se recurre a una trama simple que sirva de armazón a
un montaje en el que domine lo plástico, colorista y espectacular. Por
supuesto, abierto en texto y forma a cuantas aportaciones presten los
participantes
[7]
.
Al margen de las colecciones citadas –unas, más
especializadas en libros de lectura, y otras, en obras para su representación
por escolares-, la práctica totalidad de las colecciones existentes en el
mercado incluyen tanto obras susceptibles de ser representadas por adultos ante
niños, como leídas por niños o representadas por estos. Entre ellas, se pueden
citar la “Colección de Teatro” de ASSITEJ-España (orientada sobre todo a la
publicación de obras para ser escenificadas por profesionales, aunque también
incluye algún título dirigido a talleres escolares); “Galería del Unicornio”,
editada por CCS (obras que, en su mayoría, han sido estrenadas por compañías
profesionales, y que presentan una propuesta de escenificación dirigida a
talleres); algunos títulos de la colección “Escena y Fiesta”, también de CCS
(apropiados para talleres y para la lectura); algunos de los títulos incluidos
“Teatro para la Infancia y la Juventud”, colección que editó la Asociación de
Autores de Teatro (concretamente, los incluidos en el volumen “Teatro para niños”);
parte de los títulos de “Alba y Mayo. Serie Teatro”, de Ediciones de la Torre
(algunos más adecuados para lectura, otros para su representación por
profesionales y otros para talleres), y “Sopa de Libros”, editada por Anaya
(libros ilustrados muy adecuados para su lectura, con indicaciones de montaje
para talleres escolares e igualmente adecuadas para compañías profesionales).
Además de las citadas, todas ellas dedicadas
específicamente al teatro para niños, existen colecciones de literatura
infantil (narrativa sobre todo) que incluyen entre sus títulos algunas obras
teatrales. Entre ellas, se encuentran: “Altamar”, de
Bruño; “Punto de Encuentro”, de Everest; “Espasa Juvenil”, de Espasa Calpe; “Alfaguara Infantil”, de Alfaguara; “Ala Delta”, de Edelvives, y “Pearson Alhambra”, de Alhambra.
Por otra parte, encontramos colecciones teatrales
dirigidas principalmente a lectores adultos, entre las que se incluyen algunos
títulos de teatro para niños, como sucede con la “Serie Literatura” de la
editorial Ñaque, entre otras. También estas colecciones suelen incluir notas
para la puesta en escena, que faciliten el montaje a niños y profesores si se
deciden a escenificarlas en el aula.
Dos colecciones dedicadas específicamente al teatro de
títeres (ambas con textos pensados para ser representados por compañías
profesionales) son “Titirilibros”, de editorial
Arbolé, y “Títeres de Sueño”, editada por el Centro de Documentación de Títeres
de Bilbao.
Una modalidad nada frecuente en el ámbito del libro
teatral para niños es el libro-juguete; recientemente se ha editado un
teatrillo recortable de cartón, con historias sobre don Quijote y San Jorge,
que podría encuadrarse en este grupo
[8]
.
3.3. Teatro para jóvenes
Si atendemos ahora al destinatario para el que las obras
fueron escritas, nos encontramos también con un grupo de obras que, en su
origen, se escribieron para receptores adultos, y que, por criterio del editor,
han sido incluidas en colecciones para jóvenes. Para diferenciarlas claramente
de las anteriores, la relación de estas obras ha sido incluida en el Anexo II.
En este grupo encontramos obras de teatro actual que se han considerado
próximas al lector joven, pero también obras de teatro clásico y contemporáneo
que, por su obligatoria inclusión en los currículos de secundaria, tienen un
mercado asegurado entre los lectores de estas edades.
Entre los primeros, encontramos títulos como La Saturna, de
Domingo Miras; Dos pastiches de juventud,
de Francisco Nieva; Naufragar en Internet,
de Jesús Campos García; Farsas
maravillosas, de Alfonso Zurro; las piezas que
componen el volumen titulado Teatro breve,
de José Luis Alonso de Santos, Ángel Camacho y Jorge Díaz, o Dos sainetes, de Fernando Arrabal. Se
trata de piezas que, por la proximidad del tema abordado o por la frescura de
su tratamiento, han sido incluidas por los editores en colecciones destinadas a
los jóvenes (principalmente, “Literatura Juvenil”, de editorial Ñaque, y “Punto
de Encuentro”, de Editorial Everest).
En cuanto a las ediciones juveniles de los clásicos, estas
compiten de algún modo con las que otras editoriales preparan para su estudio
en el aula (colecciones como “Castalia Didáctica”, “Castalia Prima”, “Clásicos Edelvives”, “Anaquel” de Bruño, “Biblioteca Didáctica
Anaya”, “Clásicos Adaptados” de Anaya, etc.). La diferencia fundamental es que
si estas últimas ponen especial cuidado en lo que se refiere a la versión
(ediciones con notas a pie y glosarios que ayuden a comprender el lenguaje de
época) y a los materiales complementarios (cuadros cronológicos, textos sobre
el autor, su obra y su contexto, ejercicios y actividades, etc.), cuando estos
textos se editan en colecciones de textos infantiles o juveniles, suelen ir sin
material didáctico, y en ocasiones con una versión no a cargo de un filólogo (a
diferencia de las anteriores), sino de un autor teatral o del propio editor, ya
que se proponen no como textos didácticos sino como lecturas de placer. (Se
incluyen aquí sobre todo obras de las colecciones “Punto de Encuentro”, de
Editorial Everest, y “Galería del Unicornio”, de
CCS).