Capítulo quinto
LA DESAPARICIÓN DE LA CENSURA
II.
Los autores frente a la censura (1975-1978)
5. José María Rodríguez Méndez
En
estos años no consta que se presentara a censura ningún texto del autor.
Únicamente es posible que alguna compañía solicitara de nuevo la autorización
de Bodas que fueron famosas del Pingajo y
la Fandanga, pues en el expediente de esta obra
hay una nota, fechada el 25 de noviembre de 1975, en la que se indica que el
ejemplar de censura se encontraba en manos del Director General; pero no
podemos saberlo con certeza, pues los documentos no están localizables. Su
estreno se produjo en noviembre de 1978, cuando ya la censura había dejado de
existir. De su otro estreno de estos años, Historia
de unos cuantos, dimos cuenta en el capítulo anterior, ya que el proceso censorial tuvo lugar en el período de decadencia. Por otra
parte, en 1976 escribe dos textos nuevos: Última
batalla en el Pardo e Isabelita tiene
ángel, ninguno de los cuales llegó a ser sometido al juicio de los
censores.
Cuando Bodas que fueron famosas… se estrenó,
inaugurando la programación del recién creado Centro Dramático Nacional, Adolfo Marsillach, responsable de su programación, señaló
que el motivo principal para escoger esta obra había sido que el autor “merecía
una reparación histórica”, puesto que “el franquismo le había maltratado”
[1]
.
Bernardo A. González afirma que el acontecimiento fue “un signo de la
transición política” que representaba “el homenaje a oficial a uno de los
escritores más censurados por el régimen anterior”
[2]
.
En su mayoría, las críticas de estreno fueron elogiosas
[3]
,
aunque, incluso entonces, el antiguo censor M. Díez Crespo lo atacó desde su
página en El Alcázar, al señalar que
no era sino un “texto elemental, como un guión de andanzas y desventuras para
crear un clima de derrota”
[4]
.
En
1976, el autor se mostraba pesimista ante la marcha del teatro español: “Creo
que hemos llegado a un momento en que la situación de nuestro teatro —de
nuestra cultura— […] se está haciendo cada día más difícil, pese a las
aperturas y las cerraduras, las tolerancias y los secuestros”
[5]
.
Al igual que Alfonso Sastre, se mostraba descontento ante el rumbo que estaba
tomando la Transición, y ante los cambios insuficientes que se estaban
produciendo en el teatro: “Estamos asistiendo a la aparición de textos y
espectáculos en que, sí, se habla de libertad, pero no de libertad con
mayúscula, sólo se habla de libertades y, a veces, de muy pequeñas libertades”
[6]
.
Y concluía con esta escéptica pregunta: “Para terminar: hemos vivido; he
vivido, casi veinte años sin libertad para llegar al público. Y me pregunto:
¿seguirá todo lo mismo, a cambio del maligno y astuto espejuelo de esas
libertades?”
[7]
.
En
1979, César Oliva señalaba que, en cuanto a difusión, quizá fuera el autor
menos conocido del grupo realista, situación que parecía que iba a cambiar a
raíz del estreno de Bodas…: “El
tercer estreno madrileño, Bodas que
fueron famosas del Pingajo y la Fandanga (1978),
por su éxito, parece situarlo en una órbita de dramaturgo ya plenamente
programable”
[8]
,
aunque tampoco después ha sido mayor su presencia en las carteleras. Al igual
que ocurría con Lauro Olmo y con otros dramaturgos realistas (quizá a excepción
de Alfonso Sastre), es considerado como un dramaturgo del período anterior
[9]
.
[1]
Marsillach, 2002, pág. 395.
[2]
B. A. González,
1994a, pág. 29.
[3]
Vid. M. Pérez,
1998, págs. 380-381.
[4]
Citado por F. Andura Varela, 1995, pág. 159.
[5]
Buero Vallejo, Gala, Martín Recuerda (et al.), 1977, págs. 94-95.
[8]
Oliva, 1979, pág. 64.
[9]
Es significativo
que en ambos casos su presencia en la revista teatral del período, Pipirijaina, sea
prácticamente nula. En el caso de Rodríguez Méndez, únicamente se publicó una
crítica sobre su obra Teresa de Ávila,
a cargo de Miguel Bayón (Pipirijaina,
22, mayo 1982, pág. 68).
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