12. Jesús Campos García
Jesús
Campos escribe catorce piezas teatrales entre 1970 y 1977, de las cuales nueve
son premiadas y diez son presentadas a censura por distintas compañías o por el
Festival de Sitges; sin embargo, sólo dos de ellas (Nacimiento, pasión y muerte de... por ejemplo: tú y 7.000 gallinas y un camello) consiguen
subir al escenario en estos años, lo que evidencia la contradictoria situación
que viven los autores en este período. Sabas Martín,
en un artículo en el que afirmaba que el autor “es, sin duda, una de las más
poderosas vocaciones de nuestro teatro contemporáneo”
[1]
,
hacía referencia al carácter de “Río Guadiana” de los
autores españoles en cuanto a su presencia en los escenarios:
Tanto Jesús Campos como Miguel Romero Esteo han sido publicados y traducidos, pero también han
sido escasa y esporádicamente representados —y no siempre en las mejores
condiciones—, pese a que se les reconoce como parte de lo más interesante del
panorama del teatro español contemporáneo
[2]
.
Igualmente,
Luis Eduardo Siles, en fechas del estreno de Es mentira (1980), señalaba que hasta
ese momento el autor había acumulado “premios y silencios”
[3]
.
Estos silencios se deben en parte a la censura, pero también a otros factores.
En cuanto a la primera, el autor comentaba con ironía las tachaduras sobre sus
obras:
Que es una censura como debe ser, de
las que censuran, nada de censuras como las de por ahí que lo autorizan todo.
En mi corta experiencia, puedo dar testimonio de su eficacia, me tachan las
ideas equivocadas, me prohíben los tacos, vamos, con decir que me devuelven los
textos con las faltas de ortografía corregidas, qué más se puede pedir. No creo
que exista en todo el Mercado Común y su área de influencia censura que prohíba
tanto como la nuestra, es por esto por lo que podemos afirmar con sano orgullo
que nuestra censura es la mejor de Europa
[4]
.
Sin
embargo, Campos no cree que la censura sea el único problema con el que se
enfrentan los autores, sino uno más de los impedimentos que encuentra el
creador para comunicarse con su público. A la pregunta de cuáles son, en su
opinión, las causas de que no estrenen los autores de su generación, se limita
a contestar con ironía: “La tira”
[5]
,
dando idea así de la magnitud del problema. De hecho, una vez desaparecida la
censura, en diversas ocasiones ha manifestado su idea de que el poder político
ejerce una manipulación sobre la cultura en cualquier contexto y en cualquier
régimen político; así, mientras en los regímenes dictatoriales existe la
censura, en las democracias esta manipulación se lleva a cabo mediante la
confusión:
Lo que ocurre es que mientras en una
dictadura la manipulación es torpe, como corresponde a su falta de imaginación,
y se resuelve con la prohibición a secas, en la democracia el entorpecimiento
cultural se lleva a cabo por técnicas de confusión más sutiles y complejas, y
eso impide una oposición frontal y unitaria
[6]
.
Al
ser preguntado por las causas de la censura en el año 74, el autor señalaba que
se trataba de una pugna entre una clase social que trata de expresar su visión
de la realidad y otra que trata de impedirla para imponer la suya como única,
es decir, enfocaba el tema desde una óptica marxista, al igual que otros
autores que venimos viendo:
En España (¿en Occidente?) el teatro
está reducido al consumo de las clases dominantes, aristocracia económica que
extiende o delega su poder a los distintos niveles de la burguesía. Dentro de
estos grupos sociales se producen unos lenguajes de confirmación de sus
ideologías o de evasión ante los abismos de su realidad; visto así, la censura
es un elemento innecesario, pues cualquier fenómeno teatral que funcionara
contra las estructuras de estos grupos sería unánimemente rechazado a nivel de
público, sin necesidad de que la censura actuara. Ahora bien, en la medida que
la mediana y pequeña burguesía van tomando conciencia de clase explotada, y van
uniendo sus objetivos a los de las clases obreras, los lenguajes teatrales que
les son propios van siendo utilizados para comunicar y reafirmar su nueva
visión de la realidad; y es aquí donde la censura comienza a tener un sentido
como tapón que impide que el teatro que había quedado reducido a hecho cultural
pueda fugarse hacia un teatro popular (no necesariamente populista) y ser
utilizado como arma de ataque o defensa ante las estructuras explotadoras. Creo
por esto que el fin último de la censura no reside tanto en el impedir que unas
obras determinadas puedan o no ser representadas, como en el imposibilitar que el
fenómeno teatral se extienda con toda su virulencia a gentes que resultan más
cómodas situadas en la ignorancia
[7]
.
En
otro lugar, denunciaba el perjuicio que suponía, tanto para los creadores como
para el público, el que las obras no tuvieran oportunidad de representarse ante
el público para el que habían sido escritas:
La continuidad del autor no puede
hacerse efectiva si su obra se guarda cuidadosamente en el despacho del
empresario o en las estanterías de libros impresos, sino en el escenario, en
contacto con el público, porque esa atención del público sobre el espectáculo
ayuda a ir modificándose mutuamente. Teatro y público evolucionarían
paralelamente, al contrario de cómo ha ocurrido en España, donde el camino se
ha realizado en solitario
[8]
.
A
pesar de que el suyo es un claro exponente del “teatro más premiado y menos
representado” al que se refirió Alberto Miralles, este autor se encuentra con
el obstáculo añadido de no haber sido incluido en ninguna de las nóminas al uso
(“Nuevo Teatro”, “Generación de la Transición”, etc.), lo que en cierto modo ha
supuesto un nuevo obstáculo para la difusión de su obra, en este caso en el
ámbito académico.
En
lo que se refiere a la influencia de la censura en su proceso de creación,
según declaraba el propio autor en una entrevista realizada en 1974, escribía
sin obedecer a ningún tipo de condicionantes:
Que mi trabajo se premie o no, lo lean
o no los empresarios, pase o no censura, es algo que escapa a mi control. Ahora
escribo, que es lo que puedo hacer, sin dejarme impresionar por
comercialización, censura, posible popularidad o aureola revolucionaria. Mi
único compromiso es la autenticidad, todo lo demás es anecdótico
[9]
.
Igualmente,
en un cuestionario en el que se le preguntaba si había ejercido autocensura al
escribir su teatro, el dramaturgo insistía en este sentido:
Mi trabajo se produce al margen de
cualquier tipo de coacción […] siento la necesidad de decir unas cosas
concretas, de una forma determinada, y a unas gentes que tienen la necesidad de
oírlas; esto es lo único que determina mis presupuestos de trabajo. Que
posteriormente unos condicionamientos, entre los que se encuentra la censura,
impiden que la propuesta se realice, es algo que me cabrea,
pero que no enturbia en absoluto mis objetivos
[10]
.
En
consecuencia, no elude tratar los temas políticos ni aquellos otros (sexuales,
religiosos…) que puedan suponer conflictos con la censura. A la pregunta de en
qué proporción entraba la política en su teatro, Campos contestaba:
Yo diría que en un cien por cien, pues
procuro que mis invenciones tengan una base hondamente humana. Quiero decir que
la intención política —que, desde luego, existe— aparece, generalmente, de
manera implícita en el desarrollo de la trama
[11]
.
Más
recientemente, a la pregunta sobre la influencia de la censura en su proceso de
creación, admitía que esta había supuesto una mediación importante, aunque no
la hubiera ejercido de forma consciente:
Indudablemente. Cualquier
condicionante condiciona, y la censura lo era, sin duda alguna. Otra cuestión
sería en qué sentido y en qué medida. Yo no recuerdo haberme obsesionado con el
tema, pero estaba ahí, e igual que de forma automática evitamos obstáculos al
conducir un vehículo, todo proceso de creación maniobraba con mayor o menor
fortuna al enfrentarse con este impedimento. Se ha dicho mucho que el temor a
la prohibición hacía agudizar el ingenio (toda limitación estimula la
imaginación), y así debía ser, aunque insisto, no era consciente de ello. […]
Lo que sí tengo claro es que en ningún momento practiqué la autocensura de
forma consciente
[12]
.
En
el mismo cuestionario, el autor hacía referencia a la escritura de su obra Matrimonio de un autor teatral con la Junta
de Censura como respuesta a la prohibición del texto Furor. Se trata de una respuesta ante la censura muy personal y
distinta de las que llevamos viendo hasta ahora: no modifica el texto
prohibido, ni escribe una obra más posibilista,
ni escribe una obra que responde de forma consciente a la situación, como cuando
Alfonso Sastre escribe La mordaza:
escribe un texto que, en principio, trata una temática absolutamente ajena a la
censura (un autor teatral traicionado por su mujer), y encuentra cuál es el
verdadero motor de la obra una vez que la ha finalizado, escribiendo entonces
el título y revisándola de principio a fin
[13]
.
12.1. Valoración de su obra
por los censores
Son
varios los aspectos que los censores encuentran problemáticos en la obra de
este autor: muchos de los cortes impuestos hacían referencia a la sexualidad (La lluvia, En un nicho amueblado y Furor), aunque también encuentran
reparos de tipo político (¿Es aquí donde
ha muerto mi hermano?, Qué culta es Europa y qué bien arde, Nacimiento, pasión
y muerte de... por ejemplo: tú), religioso (Matrimonio de un autor teatral con la Junta de Censura, La lluvia)
y moral (Furor).
También
en su caso las valoraciones sobre la calidad artística de su obra son
contradictorias. Así, acerca de Furor,
J. L. Vázquez Dodero valoró el componente
costumbrista de la obra: “Escrita con pulcritud, su autor revela dotes de
observación y capacidad para pintar un ambiente”, mientras que M. Díez Crespo
señaló que “lo que acontece es de muy escasa calidad teatral y literaria”. Otro
de sus textos, ¿Es aquí donde ha muerto
mi hermano?, fue calificado por A. Albizu como
“Obra de excelente calidad”.
12.2. Obras sometidas a
censura
Aunque
muchas de sus obras tuvieron problemas con la censura, la única prohibida fue Furor, la primera en ser sometida al
juicio de la Junta; otras, presentadas con motivo del Festival de Sitges, se
autorizaron únicamente para su representación en dicho Festival (Qué culta es Europa y qué bien arde, Rallye Internacional, ¿Es aquí donde ha muerto mi hermano?, La lluvia), si bien, a excepción de
la primera, en todas las demás se indica que podría contemplarse la posibilidad
de autorizarlas para mayores de 18 años; finalmente, tanto 7.000 gallinas y un camello como Matrimonio de un autor teatral con la Junta de Censura se
autorizaron para mayores de 18 años, la primera con algunos cortes y esta
última con el final totalmente desvirtuado. Algunos de los expedientes se
encuentran incompletos; esto sucede con En
un nicho amueblado, y Sábado, sábado,
sábado, sábado, sábado, sábado, sábado, eternamente sábado para cazar,
ambas autorizadas, aunque desconocemos las condiciones y los detalles del
proceso. Tampoco se conservan los
informes sobre 7.000 gallinas y un
camello, aunque, en este caso, su estreno en un Teatro Nacional no deja
lugar a dudas sobre su autorización para representaciones comerciales.
Otras
obras escritas en estos años no llegaron a ser presentadas a censura, como La grieta, Es mentira (estrenada en 1980 en el Teatro Lavapiés de Madrid), Teatro breve, el
espectáculo flamenco La cárcel nuestra de
cada día o la obra infantil Blancanieves y los 7
enanitos gigantes, estrenada poco después de la desaparición de la censura.
En el caso de Es mentira (1975),
donde existen referencias inequívocas a la guerra civil, a las dos Españas, a la Iglesia e incluso a los fusilamientos (para
Fernández Torres, se trataba de “una metáfora sobre la pena de muerte”
[14]
),
es fácil entender que, tras las experiencias anteriores con la censura, ni
siquiera llegara a ser sometida al juicio de esta.
Según
el testimonio del propio autor, fue el entonces Director General de Teatro,
Mario Antolín, quien le animó a presentar a censura Furor
[15]
,
obra que, sin embargo, sería prohibida en octubre de 1971; presentó entonces un
recurso solicitando la revisión del dictamen (con el compromiso verbal de Antolín de que esto no volvería a suceder), y la obra fue
enjuiciada por el Pleno de la Junta de Censura, formado por dieciocho vocales
que la prohibieron por unanimidad en enero del 72.
En la
primera sesión, esta obra fue leída por tres censores que coincidieron en
prohibirla. Uno de ellos, el religioso Jesús Cea, se
mostraba desconcertado: “Incomprensible. Furor es el furor uterino, con todos
sus detalles y procedimientos”. Al igual que en otras ocasiones, no todos
coincidieron en la aplicación de las Normas; si según el padre Cea incurría en la 9ª (1º), que prohibía “la presentación
del las perversiones sexuales”, para Pedro Barceló incurría, además, en la 10ª
(“imágenes y escenas que puedan provocar bajas pasiones”), 12ª (“escenas de
brutalidad y crueldad [...] y en general, que ofendan la dignidad de la persona
humana”) y13ª (“expresiones coloquiales y las escenas de carácter íntimo que
atenten contra las más elementales normas del buen gusto”); mientras que para
Vicente Amadeo Ruiz Martínez, vulneraba la Norma 18ª por “la acumulación de
escenas groseras y morbosas en una acción continuada, mantenida sobre el furor
uterino que padece la protagonista”.
A
raíz de esta primera prohibición, el autor presentó un extenso recurso en el
que afirmaba que la mayoría de las escenas que le habían sido censuradas
estaban “superadas por infinidad de situaciones similares en los escenarios
españoles”. El dramaturgo analizaba el texto de cada una de las normas
alegadas, y citaba otros espectáculos autorizados por la Junta, “que pueden
servir de precedente para la interpretación práctica del Código de Censura”,
evidenciando así las contradicciones de la propia censura. A continuación,
argumentaba:
Viendo esto autorizado en un
escenario, pienso si para poder escandalizar, inducir a la delectación o
maleducar a un público, sólo es necesario hacerlo de forma totalmente frívola y
gratuita, no intentando transmitir ningún problema, ni ninguna idea, sino
exponiendo las perversiones por lo que tienen de espectáculo. Comprendo que la
interpretación de las normas es algo subjetivo, pero semejante desigualdad de
trato supera los límites lógicos de la personal interpretación.
Lejos
de contribuir a que la obra fuera autorizada, el propio recurso fue, a su vez,
objeto de críticas por parte de los censores. Luis Tejedor señaló que estaba
“plagado de incongruencias”; J. E. Aragonés escribía que “Si indescriptible la
obra, lo es más el recurso”, y se valía de los argumentos del propio autor para
apoyar el dictamen impuesto: “Como en el recurso nos acusa de benevolencia en
otros casos, le daríamos la razón de autorizar su inmundicia escénica”, e
igualmente, A. de Zubiaurre encontró argumentos en el
mismo para justificar la prohibición de la obra, pues en él se dice que obra
trataba sobre “la incapacidad del ser humano para dar y recibir ayuda”, lo que,
según el censor, atentaba “contra el dogma y la moral católicos”.
En
cuanto a la obra, los censores se muestran tan indignados como perplejos ante
la historia de una protagonista con furor uterino que, durante el velatorio de
su madre, intenta acostarse con varios hombres; por lo que se refirieron a ella
con calificativos tan rotundos como “inadmisible” e “inexplicable” (L. Tejedor),
“incalificable” (S. B. de la Torre), “una pieza sencillamente lamentable” (F.
Muelas) o “rotundamente inadmisible” (F. Soria). Algunos se limitaron a
informar escuetamente sobre su argumento, dando a entender que éste era un
motivo suficiente para prohibirla, y a señalar las Normas en las que incurría.
Así, F. Soria escribió: “Este ‘furor’ a que alude el tema es nada menos que el
furor uterino. Tan escabroso asunto se presenta con toda crudeza”. M. Díez
Crespo señaló que se trataba de “una obra que, en principio, puede ser objeto
de estudio por su temática, dentro de una clase médica”, pero que, “dada su
crudeza en torno a perversiones sexuales”, no debía representarse en un
escenario. E igualmente, J. M. García-Cernuda coincidía en que las razones que el
autor aducía en su recursos eran válidas “si se tratase de dar una conferencia
en un colegio de médicos”, aunque añadía: “Pero en una escena pública, en un
teatro, no debe representarse”.
Por
su parte, S. B. de la Torre encontraba motivos de diversa índole para
prohibirla; no sólo de tipo sexual (tras advertir que mostraba a una ninfómana
“sin omitir detalle de escabrosidades eróticas y hasta de masturbaciones
íntimas”, señalaba: “es algo que escapa a la más elemental ponderación”), sino
también de índole social: “Busca todo ello como pretexto para acusar al orden
de una sociedad establecida”. Así mismo, A. Mampaso advirtió que “la hija no está conforme con el sistema familar y social”. Aún sumó más reparos el censor eclesiástico J. M. Artola, en este caso, de orden religioso y moral: según
este censor, la obra negaba todo valor a la familia y a la religión, además de
justificar el suicidio de la protagonista.
Aunque
uno de los vocales, Antonio Albizu, apuntó la
posibilidad de autorizarla si el autor la reescribía,
otros niegan esta posibilidad, debido a que los cortes serían demasiado
numerosos: “Señalo supresiones, y mejor me hubiera ido indicando lo
autorizable”, escribía J. E. Aragonés, al tiempo que J. L. Vázquez Dodero afirmaba rotundo: “no veo medio de hacer cortes que
no lesionen sustancialmente la obra, por lo cual mi voto es prohibitivo”
[16]
.
En
1973, esta obra se volvió a presentar a censura para ser incluida en la
programación del VII Premio Nacional de Teatro de Sitges, junto con otras obras
del mismo autor (¿Es aquí donde ha muerto
mi hermano?, Qué culta es Europa y
qué bien arde, La lluvia y Rallye internacional),
y de nuevo fue prohibida (27/07/73), sin que se llegaran a realizar nuevos
informes.
Su
siguiente obra, Matrimonio de un autor teatral con la Junta de Censura fue
autorizada para mayores de 18 años, con un corte decisivo que desvirtuaba el
final y a reserva de visado del ensayo general (en palabras de J. E. Aragonés,
“como medida cautelar”), en agosto de 1972. Aunque en España quedó inédita y
sin estrenar
[17]
,
fue publicada en inglés por George Wellwarth, en su revista Modern Internacional Drama, con lo que el autor pasaba a engrosar la
nómina de autores underground del estudioso norteamericano.
Dos
de los tres vocales que la leyeron, Vicente Amadeo Ruiz Martínez y Florencio
Martínez Ruiz, no encontraron reparos en el texto; el primero, tras señalar que
se trataba de una “Obra que tiene un pie en el teatro del absurdo y otro en el
sainete tópico español, con tintes melodramáticos”, señalaba que “La ingenuidad
que tiene en su diálogo y en su desarrollo toda la obra le resta importancia a
la crueldad de la anécdota”. Por su parte, F. Martínez Ruiz escribió: “Con la
reserva del título, que choca algo —para qué vamos a disimular— la obra no
ofrece dificultades”. J. E. Aragonés, sin embargo, basándose en la Norma 17-1º
(que prohibía todo lo que atentara contra la Iglesia católica, su dogma, su
moral y su culto), ordenó el corte que se impuso, que afectaba a la conversación
que mantienen la Mujer y el Amigo cuando ella ha provocado la muerte de su
marido para evitar el divorcio y así salvar su alma. La obra, programada por Pau Garsaball para estrenarla en el Teatro Capsa de Barcelona, tampoco llegó a estrenarse, por otras razones además de la propia
censura.
A
continuación se presenta para su representación en el VII Festival de Sitges ¿Es
aquí donde ha muerto mi hermano?, obra que se autorizó en julio de 1973
únicamente para su representación en dicho festival, sin cortes y con visado de
carácter vinculante. En el acta de la Junta se dice que posteriormente podría
considerarse la posibilidad de autorizarla para mayores de 18 años, aunque no
se indican los cortes que se impondrían en tal caso (en el libreto se ha
doblado la página que contiene un monólogo en el cual el Viajero increpa al
Poder). Como “Condicionamientos de Realización” se impuso además “absoluta inconcreción de lugar y tiempo de acción en la realización,
vestuario, uniformes, etc., que no podrán coincidir con cualesquiera que hoy
sean actuales en España u otros países”. Leída por dos censores, el proceso
desde que la Delegación Provincial de Barcelona solicitó la hoja de censura
hasta que se emitió la autorización duró tan solo una semana.
En
este caso, los reparos fueron de tipo político y social. Albizu señaló que su tema era “político-social”, si bien este censor, que la calificó
de “obra de excelente calidad”, señaló que podía autorizarse, puesto que “no
entra dentro del juego político concreto de ningún país”, aunque advirtió que
el ambiente del escenario y las vestimentas de los agentes de policía y el
comisario deberían ser “amorfas”. Así mismo, García-Cernuda consideró que podía ser peligrosa “si se representa con intención política”, y
advirtió que “posiblemente intentará presentarse así”, a pesar de que, en su
opinión, la “tesis” de la obra era “más bien económica y social que política”,
por lo que coincidió en señalar que el montaje debía evitar cualquier
referencia a las circunstancias españolas.
Al igual
que la anterior, Qué culta es Europa y qué bien arde fue presentada a censura
por la Delegación Provincial de Barcelona en julio de 1973 para incluirla en la
programación del VII Festival de Sitges. También en esta ocasión los censores
encontraron reparos de tipo político. En la primera lectura, fue enjuiciada por
dos vocales, que emitieron dictámenes muy diferentes: J. L. Vázquez Dodero, que la autorizó para mayores de 18 años con algunos
cortes, y Alfredo Mampaso, quien la prohibió por
razones políticas: “La obra leída, más que teatro es un mitin político
antieuropeo y por tanto antiespañol. Cae de lleno en
las normas 14ª, 2º y 3º”. En consecuencia, se decidió que la leyera otro vocal
antes de dictaminar. Dicho vocal, V. A. Ruiz Martínez, no encontró motivos para
prohibir esta obra, a la que tildó de “farsa contemporánea”, aunque propuso un
corte, visado del ensayo general, y que en determinados casos se prohibiera la
proyección de unas imágenes, “según el estilo y el lugar de las
representaciones”
[18]
.
Tras la lectura de este censor, se decidió que aún la leyera otro más, F.
Martínez Ruiz, quien consideró que se trataba de una obra “no muy inteligible”.
Quizá por ello, y porque entendió que en ella “todo” estaba “muy generalizado”,
la autorizó sin cortes para el citado festival, “siempre que su montaje no
oculte sorpresas”. Encontraba, sin embargo, que “lo más grave” de la obra era
“la equiparación Inquisición-Hitler”. Finalmente, en
agosto de 1973 fue autorizada para su representación en Sitges, con un corte y
con visado vinculante
[19]
.
También
en julio de 1973 se autorizó La lluvia únicamente para su
representación en el VII Festival de Sitges, si bien en el acta de la Junta de
Censura se indica que posteriormente podría considerarse la posibilidad de
autorizarla para mayores de 18 años. En cuanto a los cortes, se indica que para
Sitges no habría que hacer ninguno
[20]
.
Fue leída por dos vocales, Pedro Barceló y Antonio de Zubiaurre,
que coincidieron en autorizarla para mayores de 18 años.
La
recreación libre que propone el autor a partir de la historia bíblica del
diluvio universal no supuso un problema para la autorización de la obra; por el
contrario, P. Barceló no encontró que el tema estuviera tratado de forma
irrespetuosa:
El autor aspira a dar una versión lógica
e histórica del Diluvio. No trata, pues, de desmitificar sino de sentar en
bases casi naturales la relación Noé-Hombre-Dios. El propósito tiene momentos
de dignidad, sin que los deliberados arcaísmos supongan falta de respeto para
un hecho narrado en los libros sagrados.
Menos
favorable fue la opinión de A. de Zubiaurre, quien
encontró que el autor había compuesto una “sátira de intención social”, y la
definía como “una parodia más, facilona y de no mucha substancia, que digamos...”; pero tampoco este censor
consideró que hubiera que prohibirla, si bien propuso suprimir algunos “‘tacos’
totalmente inadecuados a una acción mínimamente digna”.
También
como en las ocasiones anteriores, Rallye Internacional se presentó con motivo de la programación del VII
Festival de Sitges, y también fue leída por dos censores. Jesús Cea, que propuso cortes en diez páginas (“groserías” en su
mayor parte y “una especie de letanía” que sometió a consideración del resto de
la Junta), consideró que la obra se mantenía “en un punto tolerable”, y señaló
que tenía “una gran parte de comedia musical”. Manuel Díez Crespo, que propuso
cortar fragmentos en cinco páginas y señaló que habría que vigilar el ensayo,
escribió, con el tono despectivo empleado en otras ocasiones, que se trataba de
“Una memez (?) en torno a un supuesto Rallye Internacional con las aventuras y desventuras de unos españoles en Montecarlo”, y añadió que había en la obra “cierta sátira
sobre el aldeanismo español”. Finalmente, se autorizó con cortes en nueve de sus
páginas
[21]
para su representación en dicho Festival, aunque en el acta de la Junta se
indica que posteriormente se podía considerar la posibilidad de autorizarla
para mayores de 18 años. El trámite desde que la Delegación Provincial de
Barcelona solicitó la guía de censura hasta su concesión duró una semana.
Al
año siguiente se presentaba la que sería su primera obra en subir al escenario, Nacimiento,
pasión y muerte de… por ejemplo: tú. Según la información que aparece
en la ficha del autor, esta obra se autorizó en junio de 1974. En el expediente
sólo se conserva el libreto, en el cual, junto a algunos de los fragmentos
tachados, figuran los nombres de los vocales que los propusieron (F. Martínez
Ruiz, J. M. García-Cernuda, J. L. Vázquez Dodero y L. Tejedor; aunque debieron enjuiciar la obra
algunos más, ya que en otro de los cortes se indica que fue ordenado por siete
vocales)
[22]
.
Entre
los fragmentos subrayados en el libreto, encontramos la mención al “año
1938”
por parte del
Narrador (pág. 8), tachadura que revela que la guerra
civil aún seguía siendo un tabú. Además, se subrayó la escena de los penitentes
de Semana Santa (págs. 10-11), especialmente la frase
“salen haciendo leches y no hay Dios que los coja”, así como alguna palabra
malsonante y referencias de tipo sexual
[23]
;
en otros casos, los motivos de la prohibición eran sociales y políticos
[24]
.
La escena en la que coincidieron un mayor número de vocales en ordenar su
prohibición fue la de la boda (págs. 27-28), en la
que el Oficiante plantea la ceremonia como una serie de renuncias vitales de
todo tipo. El autor envió una escena corregida, en la que el cambio principal
era la desaparición del personaje del Oficiante. Las preguntas que hacía este
personaje en la versión prohibida, ahora se las hacían Hombre y Mujer entre
ellos. En opinión del autor, la nueva versión era más arriesgada que la
anterior, aunque esta sí fue autorizada.
A
pesar de estar autorizada, según el testimonio del autor, cuando la obra se
estrenó en el Teatro Alfil (1975), la entrada del teatro fue ocupada por
miembros de la Policía Armada (los llamados coloquialmente “grises” por el
color de sus uniformes)
[25]
.
También
en el 74 se presenta En un nicho amueblado con motivo del
VIII Premio de Teatro de Sitges. Aunque sabemos por los datos del fichero que
fue autorizada en mayo de ese año, en el expediente sólo se conserva el
libreto, en el que se indica que fue revisado por el religioso José María Artola, y en el que se han subrayado dos fragmentos, que
hacían referencia al órgano sexual de uno de los personajes
[26]
.
El
texto no carece de crítica social, crítica que podía hacerse extensible incluso
a la situación actual, tal como señala Cristina Santolaria:
El autor disecciona la unión
santificada por esa sociedad a la que es preciso llegar ‘muertos’ y en la que
es preciso permanecer ‘quietos’. Desobedecer los dictados de esa sociedad
castradora implica la soledad y convertir al individuo en un desclasado que no encuentra su espacio en ese férreo
organigrama social que exige que cada persona ocupe el lugar por ella asignado.
Esa parábola ubicada temporalmente en los años sesenta y que tiene como
escenario un nicho que, cuando el aniquilamiento de Manoli está consumado, se llenará con toda la podredumbre de la sociedad, es realmente
un ataque a la estructura social del pasado, pero también del presente, con lo
cual En un nicho amueblado, por su
carácter intemporal y eterno, adquiere validez universal
[27]
.
El
texto obtuvo el Premio Arniches de Teatro y fue
publicado por la revista Primer Acto,
publicación por la que obtuvo el Premio de la Real Academia Española, Sin
embargo, no alcanzó el estreno a pesar de que estaba autorizada y de que el
Teatro Universitario de Murcia estaba dispuesto a representarla, debido a la
voluntad del autor de ser él mismo quien dirigiera la puesta en escena
[28]
.