Berta Muñoz Cáliz
El teatro crítico español...
     

Capítulo cuarto

AISLAMIENTO Y REPRESIÓN DEL TEATRO CRÍTICO

I. EL PERÍODO DE DECADENCIA  (1969-1975)

2. EvoluciÓn de la censura: la pugna entre “aperturistas” e “inmovilistas”

Tal como señala Abella, la Ley de Prensa, con todos sus defectos y limitaciones, había dilatado el techo informativo, y por vez primera en muchos años los periódicos se acercaban a la realidad del país: conflictos universitarios, expedientes a profesores, huelgas o vistas ante el Tribunal de Orden Público comenzaron a ser noticias cotidianas [1] , lo que suscitó las protestas de los elementos más conservadores del régimen [2] . En opinión de Carrero Blanco, la situación era intolerable, y ello se debía a la nueva Ley de Prensa y la indulgente dirección de Fraga en el Ministerio de Información:

La situación de la prensa y los demás órganos de información debe ser corregida a fondo. Está produciendo un positivo deterioro moral, religioso y político. Todos los escaparates de las librerías y las casetas de la Feria del Libro están abarrotadas de obras marxistas y de las novelas de erotismo más desenfrenado. Por otra parte, el crecimiento de la inmoralidad de los espectáculos ha sido tremendo en los últimos tiempos. El daño que se está haciendo a la moral pública es grave y hay que ponerle fin... Mucho me temo que el actual titular de Información no sea capaz de corregir ya el estado de cosas señalado [3] .

En los últimos meses del mandato de Fraga se empiezan a tomar una serie de medidas restrictivas. Tal como señala Román Gubern, en 1967 se podía constatar el agotamiento de las posibilidades de la “apertura”, en un contexto de endurecimiento político general [4] . Sin embargo, esta represión no consiguió acallar a los medios, sino que provocó el efecto contrario; tal como ha señalado Fusi, a falta de otros cauces en los que entablar un debate político cada vez más necesario, se aprovecharon los estrechos límites de la Ley de Prensa para convertir a los periódicos en un auténtico “parlamento de papel” que daba cabida a una amplia gama de tendencias y opiniones y actuaba como sustituto de una vida política real [5] .

En el gobierno de octubre de 1969, Fraga fue sustituido por Alfredo Sánchez Bella, a quien Payne define como “un diplomático veterano de extracción católica ultraderechista” [6] . Las valoraciones de su mandato son diversas y a veces opuestas, aunque la más extendida es que supuso un retroceso en la apertura. Así, R. Gubern señala que este ministro “acentuó notablemente la política de represión sobre los medios de comunicación social” [7] , prohibió películas previamente autorizadas, y llevó a cabo una política que condujo a la extinción de los cines de Arte y Ensayo. Sin embargo, los autores de España actual señalan que los cuatro años que duró su mandato se caracterizaron “por una mayor bonanza en la confrontación diaria con los periódicos”, a pesar de que se produjo entonces el cierre del diario Madrid [8] . En realidad, también en esta etapa las medidas represivas conviven con la necesidad de aparentar una cierta tolerancia informativa y cultural. El propio dictador, en un alarde de incoherencia, en su discurso de Navidad de 1972, declararía que “tenemos que apartarnos de cualquier criterio cerrado y exclusivista. La disparidad de ideas y tendencias es no sólo legítima sino necesaria” [9] .

Tras el nombramiento de Carrero Blanco como Jefe del Gobierno en junio de 1973, Sánchez Bella fue relevado por Fernando Liñán y Zofío [10] , el cual apenas tuvo tiempo de marcar una huella propia en su gestión, pues seis meses después, tras el atentado contra Carrero, le sucedería Pío Cabanillas, de quien distintos historiadores han destacado su liberalidad [11] ; según Gubern, al nuevo ministro “le correspondió la tarea de relanzar la ‘apertura’ informativa en libros y revistas”, aunque, en el ámbito cinematográfico, “la ‘apertura’ censora fue muy controlada y selectiva”, afirmación que resulta igualmente aplicable al teatro. Este autor señala que la liberalización fue contestada con una serie de protestas, como las suscitadas tras la autorización de La prima Angélica (1974), de Carlos Saura, que revelaban las agudas contradicciones internas del sistema y que condujeron a la destitución del ministro en octubre de 1974, por su gestión excesivamente liberal [12] .

El éxito de la revolución portuguesa en 1974 frenó el ritmo del aperturismo en Madrid y provocó una nueva campaña del sector más reaccionario contra el relajamiento de la censura [13] . La simple exposición de los hechos que ocurrían en el país —huelgas en Fasa o en Seat, manifestaciones en Bilbao o demandas en cumplimiento de las promesas asociativas— fue motivo suficiente para que Blas Piñar solicitara la vuelta a una censura previa:

La subversión está en nuestra propia vivienda. Denunciamos la existencia en la universidad de un puñado de profesores al servicio de la masonería y del comunismo. Hay una prensa canallesca y antinacional que desata malas campañas y debe ser sancionada. Queramos o no, la guerra no ha terminado [14] .

Las discrepancias en el seno del Ministerio, al que llegaba la misma colisión de tendencias que se daba en nuestra vida cotidiana, dieron lugar al cese de Cabanillas, al que siguió la dimisión de otros altos cargos partidarios del aperturismo, como Ricardo de la Cierva (Director general de Cultura Popular) o Marcelino Oreja (subsecretario de Información). Su sucesor, León Herrera, que había sido anteriormente uno de los responsables del Gabinete de Enlace de Fraga Iribarne, pertenecía al ala más conservadora del Régimen [15] . En el escaso año que aún quedaba hasta la muerte de Franco, el número de sanciones y de conflictos con los medios de comunicación experimentó un nuevo ascenso, aunque también se llevó a cabo una reforma de la censura cinematográfica —“llevada a cabo con todo sigilo”, señala Gubern— que liberalizaba en parte el uso del desnudo. 1974 se convirtió así en el “año del destape”, aunque la discusión sobre temas políticos tardaría algo más [16] ; de hecho, algunas de las obras que se apuntaron al “destape” tenían un importante trasfondo conservador.

En sus últimos años de existencia, la propia censura se convierte en noticia en un abundante número de publicaciones periódicas [17] , que a veces adoptan un tono irónico o burlesco impensable unos años atrás [18] .

 



[1] R. Abella, 1996, pág. 298.

[2] R. Gubern, 1980, pág. 24.

[3] Memorándum enviado a Franco (10-VII-1968). (Citado por Payne, 1987, pág. 540).

[4] Gubern, 1980, pág. 25. En diciembre de 1967 la ley de Secretos Oficiales ponía un nuevo obstáculo a la prensa impidiendo el tratamiento informativo de cualquier tema que, a juicio de la autoridad, entrara en las materias reservadas. (Ley de Secretos Oficiales de 15 de abril de 1968).

La misma Ley de Prensa se aplicó por entonces con más severidad: a lo largo del período, se multiplicaron los expedientes y sanciones: semanarios como Destino, Sábado Gráfico, La Codorniz o Triunfo fueron suspendidos durante varios meses; otros como Cambio 16, Posible y Doblón vieron sus ediciones secuestradas; el diario Madrid, fue perseguido hasta que se le hizo desaparecer; El Alcázar, forzado a un cambio de tendencia mediante una maniobra inaceptable desde el punto de vista jurídico. (Abella, 1996, págs. 298 y 322).

[5] Según Fusi, tanto el diario católico Ya como Informaciones se distinguieron durante el primer lustro de los setenta por sus críticas al régimen y por la abundancia y calidad de su información. (1999, pág. 146). El semanario Cambio 16, creado en 1971 y partidario, como indicaba su título, del “cambio” democrático, se estableció pronto como el principal medio informativo nacional. Por estas fechas se publica en la revista Triunfo la serie “Crónica sentimental de España”, de Manuel Vázquez Montalbán. (J. P. Fusi, J. C. Mainer).

[6] S. G. Payne, 1987, pág. 569. Sánchez Bella se inició en los medios eclesiales (fue presidente de Acción Católica en su Valencia natal y Secretario de Pax Romana), y había trabajado en el CSIC, el Instituto de Cultura Hispánica y la representación diplomática. Tampoco le era ajeno el mundo de la comunicación: aparte de haber dirigido el periódico Levante, había creado una de las publicaciones de más prestigio en el conjunto de las revistas culturales del Régimen: los Cuadernos Hispanoamericanos. (Andrés-Gallego et alii, 1995, pág.435).

[7] R. Gubern, 1980, págs. 26-27.

[8] Andrés-Gallego et alii, 1995, págs. 435-436.

[9] Tres Discursos de Franco, Madrid, 1973. La cita es de Payne, 1987, pág. 610.

[10] Era, ante todo, un técnico. Especializado en Matemáticas aplicadas a la Economía, había entrado en los círculos políticos con ocasión del Plan de Desarrollo. (Andrés-Gallego et alii, 1995, pág. 436).

[11] Para Abella, la presencia de Cabanillas en la cartera de Información y Turismo “permitió una notable tolerancia informativa”, observable en la disminución de secuestros de periódicos, en la reducción de expedientes administrativos y en la vía libre a gran número de publicaciones. (Abella, 1996, pág. 336-338). Para los autores de España actual, el nuevo ministro mostró un talante “liberal”, aunque “sin excederse; la prueba es que cupo perfectamente en el régimen” (Andrés-Gallego et alii, 1995, pág. 436). Según Payne, eliminó prácticamente lo que quedaba de censura en España, excepto en lo tocante a las críticas directas contra Franco o el gobierno (Payne, 1987, pág. 623); opinión que contradicen en parte los expedientes, en lo referido a la censura teatral.

[12] Gubern, ob. cit., pág. 28.

[13] La campaña estaba dirigida por José Antonio Girón quien, contando con la complicidad de Antonio Izquierdo, el editor ultra de Arriba, publicó una diatriba apocalíptica contra las consecuencias del reformismo. (Arriba, 26-IV-1974, apud. Payne, 1987, pág. 626).

[14] Citado por Abella, 1996, pág. 336.

[15] Los autores de España actual recogen una de sus primeras declaraciones como Ministro: “He nacido y madurado no sólo física sino también intelectualmente en el Movimiento Nacional. Soy un hombre del Movimiento cien por cien y franquista hasta la médula”. (Andrés-Gallego et alii, 1995, pág. 436)

[16] La reforma dio lugar a unas nuevas Normas de Censura Cinematográfica (Orden Ministerial de 19 de febrero de 1975) muy similares a las de 1963, cuya mayor novedad radicaba en la admisión condicionada del desnudo, “siempre que esté exigido por la unidad total del filme, rechazándose cuando se presente con intención de despertar pasiones en el espectador normal, o incida en la pornografía”; medida que, según Gubern, obedeció a las presiones comerciales de la industria del cine y de las multinacionales del espectáculo. (1980, pág. 28).

[17]   Véase en el Centro de Documentación Teatral la carpeta que recoge los documentos referidos a la censura (archivo de Varios — Política Teatral), con material aparecido en la prensa y revistas de los años setenta.

[18] Así, por ejemplo, Ángel García Pintado reclamaba en Pipirijaina unos nuevos censores: “Este país se merece, está clamando a gritos, unos censores jóvenes, bien peinados, con raya a un lado y corte a navaja, y no esa panda de calvos taciturnos, aburguesados por la nómina. Unos censores limpios y esmerados, puestos al día, como el presidente del gobierno, y que, si es necesario, puedan también off de record hacer desmentidos públicos. El país quiere censores responsables que den la cara. [...] El pueblo tiene el derecho de conocer a los censores. Tendría el pueblo así la posibilidad de entablar un diálogo positivo que le sacara del error en que se ve inmerso. Unos censores razonables, dialécticos, humanos, darían mucho juego a la Reforma. Podrían hacerse amigos de los autores, presentarse a las mujeres y a los niños, ir juntos al teatro y entablar sanas y constructivas discusiones”. (1976, págs. 44-45).