4. Obras sometidas a censura de Lauro Olmo
y Fernando Arrabal
Además,
dos autores de los que trataremos con más detalle a partir del período
siguiente presentan sus primeras obras en estos años: Lauro Olmo y Fernando
Arrabal. Dado el escaso número de obras que presentan a censura y su menor presencia
en la escena española de este período, hemos creído más adecuado incluir su
producción en el período de desarrollo, aunque damos noticia aquí de sus obras
censuradas en estos años.
4.1. Lauro Olmo
Por
estas fechas, Lauro Olmo escribe varias obras (El milagro, El perchero, El león engañado, Magdalena y El león enamorado,
además de la incompleta El rubí del
inspector general), aunque sólo El
león engañado pasará por la censura en este período. En el caso de El milagro, no hay constancia de que
fuera sometida a censura antes de 1963, año en que fue prohibida; no obstante,
ocho años antes, en diciembre de 1955, la obra fue estrenada en la Escuela de
Capacitación Social de Trabajadores de Madrid, y anteriormente había sido
representada en una taberna de la calle Delicias de Madrid
[1]
.
A excepción de la pieza inédita y sin estrenar El perchero y de El rubí…,
que no llegaron a presentarse a censura, el resto de obras citadas fueron
sometidas a dictamen en años sucesivos.
En
1954 se presenta a censura la obra infantil Más vale maña que fuerza,
escrita en colaboración con Pilar Enciso, que más tarde pasaría a llamarse El
león engañado. La obra se autorizó con la calificación de “tolerable para
menores de 16 años”, tras haber sido leída por el jefe de la Sección, José
María Ortiz. Este señaló que su valor literario era “escaso”, la calificó como
“Obra ingenua para distracción de pequeños espectadores”, y señaló cuatro
tachaduras
[2]
.
4.2. Fernando Arrabal
El
único texto de Arrabal que se presenta a censura en estos años es El triciclo, a pesar de que para
entonces tiene escritos El laberinto (1956), Orquestación teatral (1957;
que diez años más tarde se convertiría en Dios
tentado por las matemáticas), La
princesa (1957; anteriormente titulada Los
amores imposibles), Los cuatro cubos (1957)
o Concierto en un huevo (1958);
además de las piezas primerizas anteriores a 1952 (El carro de heno, La
techumbre o La herida perenne);
textos todos ellos que no llegarían a pasar por la Junta de Censura durante
todo el franquismo.
A
finales del 56, se presenta por primera vez a censura un texto suyo: Los
hombres del triciclo (cuyo título definitivo sería El triciclo), que se
autorizó sin cortes para representaciones de cámara, unos diez días después de
que la compañía Dido Pequeño Teatro presentara la
solicitud. La obra fue valorada negativamente por los censores en cuanto a su
calidad, aunque no la consideraron peligrosa. Según Emilio Morales de Acevedo,
carecía de valor literario y era “una broma tan trágica como absurda”, en la
que “los dos actos se reducen a diálogos estúpidos y reiterativos”; este censor
finalizaba su informe escribiendo: “Como broma, puede pasar y aceptarse”, pues,
en su opinión, este texto sólo podía ser “Obra de un bromista o de un
perturbado”. Coincidía con esta apreciación Bartolomé Mostaza, que escribió:
“Parece escrita por un loco o que se hace tal”. Este último, algo más informado
que el anterior, encuadró la obra “dentro de la corriente del teatro de Ionesco”, y resaltó su nihilismo:
“Destrascendentaliza”
—sit venia verbo— todas las cosas humanas:
el amor, la vida misma, la muerte. Desconoce el valor de la sociedad, de la religión.
No asoma por ninguna parte la apelación a valores absolutos. Es como si la vida
del hombre fuera para el autor una sucesión de casualidades. Los guardias
hablan en camelo, como si así quisiera el autor dar a entender que la autoridad
no tiene sentido ni lógica en sus actos. Nihilismo puro.
Sin
embargo, finalizó su informe señalando que “No obstante, como experiencia
teatral, la obra merece ser representada”, y argumentaba: “Es una muestra de
hasta dónde puede llegar la técnica literaria del disparate”.
Como
nota curiosa, cabe destacar que en la carta que acompañaba a la solicitud de Dido, la directora señalaba que quería incluir la obra de
Arrabal en un programa de escritores españoles jóvenes junto con otra de un
autor, también novel, funcionario del Ministerio de Información y Turismo, y
años después, censor de teatro: Sebastián Bautista de la Torre.
A
pesar de que la obra se autorizó, la crítica, como es sabido, no fue favorable.
Años después, Arrabal comentaba lo que había sucedido con este estreno y las
consecuencias que tuvo en su carrera: “me pegaron un palo tremendo. Si hubiera
tenido éxito, tal vez me habría quedado”
[3]
.
Paradójicamente, entre los críticos que enjuiciaron positivamente este montaje
se encontraba Juan Emilio Aragonés
[4]
,
el cual se incorporaría a la Junta de Censura teatral unos años más tarde.