6. MODELOS DE RELACIÓN QUE PROPONEN LOS
TEXTOS TEATRALES
Si
hasta aquí nos hemos fijado en los referentes en que los autores se basan para
crear sus obras, que en definitiva forman parte de las estrategias que adoptan para comunicarse, en este capítulo abordaremos
los modelos que estos parecen proponer para que se trasladen a la vida real.
Estos intentos de incidir en la realidad –o este diálogo con la realidad que
establece a través de la ficción- forman parte de una determinada visión del mundo
[1]
que el autor comparte con otros miembros del colectivo social a que pertenece,
y constituyen en última instancia los motivos que le impulsan a llevar a cabo la obra de creación. En función de esta visión del mundo que quiere expresar, el
autor propone al niño, a través de personajes y situaciones que le son
próximos, unas determinadas formas de relacionarse con el entorno social,
afectivo y natural que le rodea. Partiendo de los modelos de relación que se
proponen al niño con su entorno y consigo mismo, hemos establecido los bloques
temáticos que se exponen a continuación.
6.1.
Modelos de sociedad
Reflejar
las relaciones de poder y proponer un modo de afrontarlas desde una determinada
actitud (aceptación, cuestionamiento, trasgresión…) y de acuerdo con un determinado
sistema de organización social (rescatado del pasado, acorde con el presente o
deseado para el futuro), constituye uno de los motivos que han impulsado la
creación de un importante número de obras teatrales para niños y jóvenes.
En
este sentido, uno de los temas más frecuentados es el del abuso de poder, tanto
si se da en una relación entre dos personajes, como si se trata de toda una
comunidad sometida a la tiranía de un poderoso. Estos textos suelen llevar
implícita una crítica hacia los sistemas políticos dictatoriales: se trata de
condenar este abuso castigando al personaje que se ha comportado así, o al
menos, demostrando que este comportamiento es condenable. Pueden basarse en
cuentos y leyendas tradicionales, o bien en fábulas protagonizadas por
animales, como hemos visto páginas atrás, y a menudo adoptan la forma de una
parábola, con personajes que simbolizan distintas formas de comportamiento
social.
6.1.1.
Obras que proponen un determinado orden social
La
crítica a modelos sociales injustos supone una invitación a los lectores o
espectadores para que reflexionen sobre la realidad que les rodea; se pretende
que la lectura no se quede en el terreno del mero entretenimiento, sino que
alcance una trascendencia en la forma de pensar y de entender las relaciones de
poder por parte de sus receptores. Uno de los pocos dramaturgos actuales que ha
llevado a cabo una reflexión teórica sobre el teatro para niños, Alfonso
Sastre, en la nota que escribió para introducir su obra El único hijo de Guillermo Tell,
declaraba que había pretendido escribir una tragedia, y afirmaba que contra la
extendida costumbre de “conservar al niño el mayor tiempo posible en una
especie de campana neumática, en un mundo meramente fantástico”, en su opinión,
el teatro para niños debería ser “un ejercicio para la vida real”
[2]
.
Refiriéndose a su texto, el autor proclama su deseo de que los niños se
apropien de su obra y la adopten “como un manifiesto a favor de sus derechos y
de la reivindicación de sus necesidades humanas”.
Como
vimos, La cabeza del dragón, de
Valle-Inclán, nos presenta a un héroe en conflicto
con la sociedad que le rodea; a pesar de que este actúa en todo momento con
nobleza, se verá obligado a marcharse de su propio país, debido a la
arbitrariedad de sus normas sociales. En la etapa de posguerra, a las obras ya
mencionadas de Lauro Olmo y Pilar Enciso (Asamblea
general, El león engañado y El león enamorado), todas ellas con un
trasfondo de denuncia social, hay que sumar La
maquinita que no quería pitar (1960) y El
raterillo (1960)
[3]
.
En la primera (dirigida a niños de primer ciclo de primaria), tal como el
propio título nos indica, la protagonista es un personaje rebelde –cualidad que
se presenta como un valor positivo, a diferencia de lo habitual en el teatro
infantil de aquellos años- que se enfrenta a un monstruo negándose a pitar, y
gracias a su actitud, consigue salvar a una niña. El raterillo plantea el caso de un niño injustamente acusado de un
robo que culmina, como el resto de piezas de estos autores, con un final
esperanzador. Otra obra a la que ya hicimos referencia es Blancanieves y los 7 enanitos gigantes, de Jesús Campos, donde se plantea una
crítica a la manipulación de los medios de comunicación social y se invita a
los sometidos a rebelarse contra las situaciones injustas. Escrita en los
ochenta, Guiñapo y Pelaplátanos,
de Consuelo Armijo, presenta a una protagonista
–interpretada por una marioneta- capaz de tomarle el pelo a una autoridad
bastante boba
[4]
.
También
en algunos cuentos tradicionales encontramos héroes que no se someten
fácilmente, como sucede en La niña que
riega las albahacas, dramatizada, como se dijo, en los años veinte por
García Lorca, y en los noventa por Antonio Rodríguez
Almodóvar. Tal como señala Tejerina, su protagonista,
la joven y despierta Mariquilla, es “el reverso del
estereotipo sexista habitual de los cuentos clásicos, que hace justo escarnio
del abuso de poder, burlándolo con inteligencia y triunfando en todas las
pruebas difíciles”
[5]
.
Así
mismo, en El generalito, Jorge Díaz
[6]
,
también aparece tratado el desafío por parte del héroe a una autoridad injusta
y arbitraria. En esta obra se nos cuenta la historia de alguien que se atrevió
a contradecir al tirano que tenía oprimido a su pueblo y a hacer partícipes de
su descubrimiento a sus conciudadanos. Finalmente, el tirano resulta ser un
muñeco de trapo que proyectaba sus palabras mediante un altavoz y que se
derrumba al ser desenmascarado, pues su poder se basaba en la credulidad que
sus súbditos le otorgaban.
Temas
como la injusticia y la propiedad privada se plantean en El circulito chino y Pleito
de la muñeca abandonada (1962), ambas de Alfonso Sastre, dos variantes
complementarias sobre una misma historia, que se remonta a la China del siglo
XIII, y en la que se basó Bertolt Brecht para escribir El círculo de tiza caucasiano. El
circulito de tiza nos presenta la historia de un juez encargado de decidir
quién es la verdadera madre de un niño robado, que resuelve colocarlo en el
centro de un círculo para que una y otra tiren de él hasta sacarlo del mismo y
llevarlo a su terreno, de forma que sólo la verdadera madre cederá para no
hacerle daño.
Ay.-
No se enfade conmigo, señor juez, / ¿Cómo no lo comprende? /
Yo
llevé a este niño durante diez lunas / Bajo mi corazón.
Para
mí era siempre lo amargo. Para él, lo dulce. / Lo cuidé en su cunita, / Lo tapé
con la mantita, / Lo puse al solecito, / Para que no sufriera con la humedad. /
¿Qué quiere que haga ahora?
Si
dos personas opuestas trataran de cogerlo, / Se le rompería un bracito; sus
brazos son tan débiles / Como tallos de cáñamo.
Me
pueden dar azotes, / Pero yo nunca trataré de arrancar a mi niño / De ese
circulito de tiza.
A
ella, es natural, ¡qué va a importarle, / Si sólo lo quiere para tener dinero!
¿Y
cómo tú, buen juez, no has comprendido / el sentido profundo que tiene este
suceso?
Juez Pao (Se rasca la
cabeza, pensativo).- Ahora me doy cuenta de que este era un procedimiento
que yo aplicaba sin comprenderlo bien! ¡Por fin, lo he
comprendido! ¿Bueno, quiero decir que lo había
comprendido desde el primer momento pero que no me acordaba bien! ¡A cualquiera
le pasa! ¡Qué fuerza tiene este círculo de tiza, ahora que pienso en ello! Por
medio de él, he sabido la verdad. […]
[7]
.
Pleito de la muñeca abandonada presenta, como la
pieza anterior, un conflicto en torno a la propiedad, en este caso de una
muñeca rota que fue abandonada por una niña rica y caprichosa, y restaurada por
la hija de su cocinera. Al ver a la muñeca arreglada, su dueña primera reclama
la propiedad, y de nuevo se resuelve el dilema mediante el juicio del circulito
de tiza. “Las cosas pertenecen a quienes las mejoran”, es la idea principal de
ambas obras, las cuales han sido escritas con lenguaje muy cuidado, comicidad,
ternura, agilidad y eficacia teatral. Sastre cuestionaba en estas obras el
valor de la propiedad privada y lo hacía en el contexto de una sociedad que
acaba de iniciar un importante desarrollo económico, y en la que este era un
valor en alza.
El único hijo de Guillermo Tell, también de Alfonso Sastre, aborda la libertad de
expresión además de reflejar un sistema de poder tiránico. Escrita ya en los
ochenta, esta obra presenta a Tell como un tirano
incapaz de escuchar, obcecado en imponer su propia voluntad. Su hijo, al que Tell impide actuar con unos mínimos márgenes de libertad,
será el auténtico héroe de esta historia, en la que “los héroes de la vida son
la gente”.
Una
visión diferente a las que plantean los autores españoles es la del cubano
Freddy Artiles, quien, en su obra La explosión propone la revolución
comunista como solución a las situaciones sociales injustas
[8]
.
Para ello, idea la siguiente trama: con motivo de la conmemoración del día del
Descubrimiento, Dios decide echar un vistazo a las tierras americanas, a las
que reconoce tener un poco dejadas “de la mano de Dios”. Lo que allí descubre
no es sino una huelga de trabajadores que unos empresarios intentan sofocar. A
consecuencia del enfrentamiento, se produce una enorme explosión que hace que
algunos de ellos vayan al cielo y otros bajen al infierno. Dios, al conocer la
situación, dice que no se explica cómo no había estallado antes, justificando
así la utilización de la violencia como medio para alcanzar la justicia social.
La
explotación laboral aparece tratada también en Hormigas sin fronteras, de Margarita Sánchez, además de otros temas
como el voluntariado social. En esta obra, tres amigas deciden enfrentarse al
jefe que las explota y hacerse autónomas, de modo que se van a la finca de una
de ellas para cultivar y vender tomates. La llegada de un ecologista, embarcado
en distintas misiones humanitarias, las anima a emprender la aventura de
abandonar el negocio y dirigir su esfuerzo a ayudar a quienes más lo necesitan;
tras haber conocido la sumisión y la independencia, descubren el valor de la
solidaridad. El ayudar a los demás no se presenta como un sacrificio de la
propia felicidad, sino como la consecución de la realización personal en toda
su plenitud, ya que las protagonistas desempeñan los oficios que siempre
quisieron ejercer (enfermera, campesina y profesora), y lo hacen de la forma en
que su trabajo resulta más eficaz y provechoso.
Tira-tira o la fábrica de tiras, de Agusti Franch, aborda el tema de
la explotación infantil mediante la historia de un niño que no conoce a otros
amigos de juego que sus herramientas de trabajo
[9]
.
Una historia que permite a los niños del “primer mundo” asomarse a realidades
que posiblemente ni siquiera sospechan.
Distintas
formas de discriminación social son abordadas en las obras La mujer de papel, de Isabel Agüera (discriminación sexual en este
caso)
[10]
; Zuecos y naranjas, de Montserrat del
Amo (sobre la inmigración), Mi amigo Fremd habla raro, de Antonio de la Fuente Arjona (sobre
la xenofobia), y Los colores del mundo,
de Carmen Gómez (sobre el racismo)
[11]
. Como
respuesta a cualquier tipo de discriminación a quienes son distintos, en La isla amarilla Paloma Pedrero plantea
una reflexión irónica sobre la diferencia de culturas y sobre la relatividad de
nuestro punto de vista como occidentales
[12]
.
Otras obras en las que se abordan las relaciones de poder, aunque desde una
perspectiva algo más convencional, son Globolandia, de M. Carmen Gosálvez,
historia de un pueblo amenazado por la soberbia de un pájaro que abusa de su
poder; y algunos de los textos de Isabel Agüera: El fantasma Caramba, El pez
bueno y el cocodrilo malo, y El rey
de la corona de hielo
[13]
,
todos ellos de teatro breve.
Si en
la mayoría de las obras anteriores el objeto de la crítica eran los regímenes
dictatoriales, en Pelosverdes
[14]
y El retablo del Rey Midas
[15]
,
obras de José González Torices, lo que encontramos es
una dura crítica al sistema democrático y una visión alarmista y desoladora de
la actividad política, e incluso del ser humano. En esta última, un insólito
polvo blanco sacado del cuerno de unicornio, que hace que quien lo toma “sueñe
aventuras fantásticas y les desaparezcan todos los males que le rondan por la
cabeza”, salva la situación, e incluso Midas lo ofrece al público (adolescente,
según se indica en el libro), por si quieren probarlo. Inexplicable.
Como
vemos, en muchas de las obras aquí incluidas hay un intento de despertar o de
agudizar en los niños el sentido crítico sobre ciertas formas de
comportamiento, así como el deseo de justicia social; por lo que suponen una
invitación a no obedecer ciegamente a quienes ejercen el poder de forma
injusta. En otras ocasiones, se pone el énfasis en advertir a los niños para
que no caigan en ese comportamiento despótico; es decir, no tanto en que no
acepten el papel de víctimas, como en que ellos mismos no se conviertan en
agresores. En el epígrafe siguiente nos referiremos a algunas de estas obras.
6.1.2.
Obras que repudian la violencia
La
condena de la guerra es el motivo central de muchas de las actuales obras
teatrales para niños y jóvenes. Por lo general, los autores suelen enfrentarse
a este tema mediante la estrategia de un tratamiento cómico, con tendencia a
ridiculizar los comportamientos violentos y el ansia desmedida de poder.
Así,
la crítica a quienes hacen la guerra era el tema central de El parlamento de los animales, de
Antonio Rodríguez Almodóvar, tratada páginas atrás, y lo es también en La guerra de nunca acabar, de Alfredo
Gómez Cerdá, obra en la que se nos presenta a dos
reyes cómicos y algo ridículos enfrentados en una guerra inacabable que ha
devastado sus respectivos reinos, además de destrozar los nervios de ambos
dirigentes (uno de ellos se come las uñas sin parar, y se come también las de
sus súbditos; mientras que el otro está continuamente expulsando gases, por lo
que los ciudadanos de su país han de protegerse la nariz con una pinza)
[16]
.
Los soldados de ambos ejércitos, en cambio, no encuentran motivo alguno para
hacer la guerra; por el contrario, cuando tienen la oportunidad de conocerse,
se hacen amigos y se sienten incapaces de agredirse. La ridiculez de la actitud
violenta de los dos dirigentes se evidencia aún más cuando estos, al ir a
firmar el tratado de paz (única solución que encuentran ante la insólita
amistad de los soldados), se enzarzan en una nueva pelea que les hace caer
rodando en el río y desaparecer, para alegría y jolgorio de los ciudadanos.
Igualmente,
en La piel del león y Los pieles rojas no quieren hacer el indio,
ambas de Fernando Almena, se condenan la guerra y el imperialismo (otra forma
de violencia); en un caso se pone el énfasis en el heroísmo de quienes
consiguen evitar el sometimiento de su país, y en el otro, en ridiculizar la
actitud de los invasores. El triunfo de la amistad y del amor frente a la
violencia es el tema de la primera de ellas
[17]
,
situada en un país y en una época legendarios, propios de cuentos de hadas, y protagonizada por un príncipe y una princesa también muy
próximos a los de estos cuentos. En Los pieles rojas... se ridiculizan los comportamientos violentos y egoístas, la mentira, la
avaricia desmedida…, mediante el planteamiento de dos pueblos imaginarios, uno
de los cuales invade al otro, aunque su propia falta de inteligencia hará que
fracase la operación
[18]
.
Pim, pam, clown (La guerra de los payasos), de Tomás Afán
[19]
,
es una farsa en torno a la guerra con detalles que evocan la peculiar e
inolvidable guerra de Gila. Manzanas rojas, de Luis Matilla
[20]
,
presenta una historia de amistad entre dos chicos cuyos familiares pertenecen a
distintos bandos, en el contexto del conflicto palestino-israelí. Se trata,
pues, en este caso, de una guerra bien concreta y actual, planteada en clave
realista.
El
colonialismo es el tema central de Las
bodas, de Miguel Sandín
[21]
,
una original historia en torno a las dobles bodas de unos personajes de
orígenes distintos, tanto en su nacionalidad como en su clase social. La obra
se ambienta en países imaginarios, con culturas imaginarias, aunque bien
reconocibles: los “noris” impiden a los “suris” el
acceso a los recursos naturales, conquistan sus territorios por la fuerza, y
explotan a sus habitantes, presentando su colonialismo con una cínica actitud
paternalista, como una forma de llevar la civilización a esos territorios, lo
que confiere a la obra una indudable actualidad.
Además
de reflejar situaciones de guerra, también el actual teatro para jóvenes
refleja situaciones de violencia en otros ámbitos, como pueden ser la escuela o
la calle. El acoso escolar que sufre una niña mulata es el tema central de Dora, la hija del sol, de Carmen F.
Villalba
[22]
,
obra en la que la imaginación de la niña y las historias que le relata su
abuelo le ayudan a sobrevivir en esta dura situación. La violencia, unida a
otros temas de relevancia social, como la droga, el paro o la delincuencia
juvenil son abordados en La tela de araña,
de María Belén Camacho, antes citada, y en La
última, de Fernando Almena (sobre la violencia, el paro y el alcoholismo)
[23]
.
Una
obra atípica y singular dentro de este grupo es El toro Ferdinando, una de las obras más
significativas de la literatura infantil del siglo XX (hay una versión teatral
adaptada por José Cañas de esta obra que en su origen es narrativa)
[24]
.
Nos habla de la resistencia pasiva de un toro que se niega a embestir y prefiere
dedicarse a oler las flores del campo. La relación de poder queda anulada en
este caso por la actitud imprevisible del protagonista.
Un
enfoque del tema lleno de tópicos es el que propone Luis Coquard en Muñecos y muñecas. (La incomprensible
vida de unos muñecos en el desván)
[25]
.
Así, Soldadín se muestra orgulloso de haber estado en
la guerra, y se muestra siempre “al pie del cañón”; el indio Piel de Toro se
muestra agresivo, prepotente e irrespetuoso; tampoco falta un muñeco oriental,
que pronuncia /l/ por /r/, y no menos aficionado a la pelea, ni la muñeca
vanidosa que se cree superior. Al final de la obra, después de que los muñecos
violentos han pasado prácticamente toda la función peleando, los muñecos
pacíficos apelan a la caridad y confían en el posterior arrepentimiento de sus
compañeros.
[1]
Véase el artículo
anteriormente citado de Ángel Berenguer (1999), especialmente las págs. 9-12.
[2]
Alfonso Sastre, Teatro para niños, Guipúzcoa, Hiru, 1993.
[3]
Obras incluidas
en los volúmenes: Lauro Olmo y Pilar Enciso, Teatro Infantil (vols. I y II), Madrid,
Visor, col. “Biblioteca Antonio Machado”, 1987.
[4]
Consuelo Armijo, Guiñapo y Pelaplátanos, Madrid, Bruño, col. “Altamar”,
2000 (2ª ed.). Existe una edición anterior de
Editorial Miñón, 1984.
[5]
En Homenaje a
Juan Cervera, ibíd.
[6]
Jorge Díaz, El generalito, León, Everest,
col. “Montaña Encantada”, 2000. Il. Alicia Cañas.
[7]
Alfonso Sastre, El circulito de tiza, San Sebastián, Hiru, 2000, pág. 26.
[8]
Freddy Artiles, La explosión,
obra incluida en el volumen: Obras
galardonadas en el III Concurso Iberoamericano de Dramaturgia Infantil,
Bilbao, Centro de Documentación de Títeres de Bilbao, 1995.
[9]
Agustí Franch, Tira-tira o La fábrica de tiras, Madrid,
Anaya, col. “Sopa de Libros Teatro”, 2004.
[10]
Madrid, CCS, col.
“Escena y Fiesta”, 1998.
[11]
Madrid, CCS, col.
“Escena y Fiesta”, 2000.
[12]
Paloma Pedrero, La isla amarilla, Ciudad Real, Ñaque
Editora, Serie Literatura, 1995.
[13]
Obras incluidas
en el volumen Teatrillos con niños y
niñas de educación infantil y primaria, ob. cit.
[14]
José González Torices, Pelosverdes, Madrid, CCS, col. “Galería del Unicornio”,
2000.
[15]
José González Torices, El retablo
del Rey Midas, Madrid, CCS, col. “Galería del Unicornio”, 2003.
[16]
Alfredo Gómez Cerdá, La guerra de
nunca acabar, León, Everest, col. “Punto de
Encuentro”, 2002. (Premio ASSITEJ-España 2001).
[17]
Fernando Almena, La piel del león, Zaragoza, Edelvives, col. “Ala Delta”, 1999 (2ª ed.).
(1ª ed. 1997). Il. Teresa
Novoa.
[18]
Fernando Almena, Los pieles rojas no quieren hacer el indio, Madrid,
Bruño, col. Altamar, 2005 (1ª ed.,
12ª imp.). (Il. Miguel García Ramos).
[19]
Tomás Afán, Pim, pam, clown. (La guerra de los payasos), Madrid,
ASSITEJ-España, 2004.
[20]
Luis Matilla, Manzanas rojas, Madrid, Anaya, col.
“Sopa de Libros Teatro”, 2004.
[21]
En: Miguel Sandín, El hada
desmemoriada, Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 2001.
[22]
Carmen F.
Villalba, Dora, la hija del sol,
Madrid, Anaya, col. “Sopa de Libros Teatro”, 2005.
[23]
Obra incluida en
el volumen: VV.AA., Teatro juvenil (Vol. III), Madrid, Asociación de Autores de Teatro,
2002.
[24]
Munro Leaf, El toro Ferdinando (adaptado por José
Cañas), León, Everest, col. “Montaña Encantada”,
2000. (Il. Ángeles Peinador).
[25]
Obra incluida en
el volumen: Luis Coquard, Titirimundi. (Inspirada en la fábula del burro flautista), Madrid,
CCS, col. “Galería del Unicornio”, 2000.