Berta Muñoz Cáliz
Panorama de los textos teatrales...
     


 

5.3. La ficción escénica como referente: circo, cine y metateatro

Hacer teatro puede ser en sí un juego, e indagar en las “tripas” de una representación constituye un tema de atractivo asegurado para los más pequeños. Por ello, encontramos un importante grupo de obras que tienen como motivo principal al propio teatro. De algún modo, se trata de obras con una finalidad didáctica; no moralista ni de apoyo a otras asignaturas, pero sí como apoyo a la propia enseñanza del teatro. El objetivo pedagógico en este caso no es el de inculcar al niño contenidos del currículo escolar, sino que se aproxime por sí mismo a la cultura (en este caso, al teatro) como una forma de ocio. Al margen de que cualquier obra de calidad, independientemente del tema que trate, puede ser un buen estímulo para que esto ocurra, hay obras que abordan este tema directamente y de forma explícita.

Alberto Miralles es uno de los autores que más ha trabajado el tema del teatro dentro del teatro. En Héroes mitológicos, presenta a un grupo de niños con un director escénico que les habla sobre el teatro griego; no sólo sobre sus personajes e historias, sino también sobre sus técnicas; al tiempo que ellos intentan llevarlas a la práctica [1] . También en La Edad de los Prodigios Miralles aborda el teatro en el teatro, tal como nos cuenta el propio autor:

[Esta obra] trata de los orígenes del teatro religioso europeo, el teatro popular de plaza, los juglares, los cruzados, etc., y tiene como extensión pedagógica las adaptaciones modernas, mostrando el paralelismo de los temas de la antigüedad con nuestra época y exponiendo diferentes posibilidades de actuación plástica y verbal, así como el empleo de técnicas enriquecedoras tales como la magia, acrobacia, música, danza y los nuevos medios de comunicación, vídeo, diapositivas, cine, etc. [2] .

También en este caso, el teatro no sólo aparece como motivo de la ficción, sino que también hay una intención pedagógica, la de enseñar sus mecanismos a los más jóvenes:

Como ya es habitual en mi trabajo dedicado a los jóvenes, procuro ofrecer no sólo un espectáculo, sino enseñar cómo se ha hecho. Para ello muestro, a través de la puesta en escena, la forma más sencilla e imaginativa de resolver situaciones teatrales, enseñando el mecanismo de efectos especiales usados: desde la máquina de humos, hasta los focos, la pirotécnica y las prestidigitaciones [3] .

Estas dos obras, junto con Capa y Espada, forman una trilogía titulada, significativamente, El Mundo del Gran Teatro. A diferencia de las ediciones escolares antes citadas, aquí se trata de obras que pueden ser llevadas a escena por niños y jóvenes en talleres escolares, pero también por compañías profesionales. En la acotación inicial de Héroes mitológicos, el autor hace referencia al montaje profesional que se realizó de esta obra, aunque invita a representarla a grupos de escolares:

La propuesta de este texto tiene como finalidad un espectáculo escolar; por lo tanto, el número de actores dependerá de los alumnos que deseen participar. Todos pueden hacerlo. Hay papeles pequeños y grandes. Algunos de los personajes que aquí se citan pueden ser interpretados por uno o varios actores. Pero los autores, cuando escribimos, necesitamos concretar, por eso esta obra se representó interpretada únicamente por dos actrices y cuatro actores. Todos ellos hacían varios papeles, pero si se deseara ampliar la nómina, bastaría con que cada actor interpretase solo a un personaje. En definitiva, será el director de la obra quien deba reestructurar el reparto y adaptar el texto.

Así mismo, En busca de la Isla del Tesoro, también de Alberto Miralles –citada  anteriormente entre las obras de piratas- invita a participar en el juego del teatro, contraponiéndolo a la recepción pasiva de la televisión.

Fernando Lalana ha tratado este tema en dos de sus obras. A una de ellas, Segismundo y compañía, ya hicimos referencia al tratar de las obras de piratas. La otra, Se suspende la función (a partir de 9 años), a la que su autor define como “una gamberrada teatral”, nos cuenta la historia de unos técnicos de teatro (iluminador, maquinistas, taquillera, portero, limpiadora…) que se encuentran preparando el ensayo general de una nueva función cuando descubren el patio de butacas lleno de público [4] . La compañía no ha acudido al teatro y esto puede suponer el despido inminente para todos los trabajadores, pero la aguerrida Margarita, encargada de la limpieza del local, bajo el lema “¡Arriba el personal no artístico! ¡Viva la revolución!” convence al resto de los trabajadores para que se conviertan en protagonistas por un día y salgan al escenario. Ni cortos ni perezosos, estos cogen todas las obras que encuentran en el despacho del director y las mezclan, dando así lugar a un batiburrillo compuesto por distintos cuentos tradicionales, al que se añaden las propias improvisaciones de los intérpretes. Todo ello, presentado con ritmo televisivo (con algún corte publicitario incluido) y utilizando en ocasiones recursos propios del clown.

Otro importante autor de obras de teatro dentro del teatro es Luis Matilla; en Las maravillas del teatro, un grupo de niños representará El retablo de las maravillas de Cervantes. Según Matilla, uno de sus objetivos al escribir esta obra fue el de “animar en los niños la valoración por el teatro y sus posibilidades lúdicas” [5] . En esta obra, ambientada a finales del XVI, una compañía de cómicos de la legua le pide a Cervantes una obra para representar, y él promete entregarles El retablo de las maravillas, a condición de que consigan convencer a un grupo de niños de los beneficios del teatro. La obra tiene un fuerte componente didáctico, ya que una serie de personajes, llamados “Personajes-guía”, se encargan de explicar a los niños nociones básicas relacionadas con el arte escénico, con la ayuda de trajes, máscaras, diapositivas, maquetas y otros elementos.

De la capacidad del arte para ayudar a expresarse a quienes no pueden hacerlo de forma convencional trata El hombre de las cien manos, también de Luis Matilla, obra que nos habla del teatro como forma de comunicación en su sentido más pleno. Estrenada a finales de los años sesenta, es una de las obras que “en su momento renovaron (tal vez sería más preciso decir revolucionaron) el concepto de teatro para la infancia en nuestro país”, tal como señala Lola Lara en el prólogo de su reciente reedición [6] . En ella se nos habla de la capacidad del teatro para ayudar a superar limitaciones, al conseguir que un niño mudo se exprese sin palabras. Se trata también de un canto a las gentes del teatro, que en esta obra se nos muestran capaces de comprender y de ser generosas, en un entorno de egoísmo y de incomprensión. Además, se nos habla de la necesidad de recuperar la sensibilidad, de escapar de los comportamientos y de las palabras estereotipadas, y de atender a quienes lo necesitan. El dolor y el sentimiento de impotencia de Luc, que continuamente recibe absurdas órdenes y críticas de quienes dicen preocuparse por él y en realidad se dedican a anularlo, adquieren un valor revulsivo que hacen de esta obra un texto no sólo válido para los niños. La obra, que a veces roza los límites del teatro del absurdo en el sentimiento de incomunicación que envuelve al niño, y de la farsa expresionista en el tratamiento de los adultos y sus ridículas pretensiones, tiene un desenlace esperanzador, ya que se cierra con la risa liberadora y con la posibilidad que se ofrece al protagonista de expresarse artísticamente mediante su gestualidad. El humor y el arte se proponen, pues, como salidas a las situaciones más difíciles.

En algunos casos se intenta presentar al propio teatro como una forma especialmente divertida de pasar esos ratos de ocio. En Princesa va al teatro, de Sagrario Pinto [7] (para niños desde 6 años), se parte de un territorio próximo al de los cuentos de hadas para presentarnos a una princesa a la que el doctor de palacio le diagnostica que padece la enfermedad del aburrimiento. Su curación vendrá de la mano de un escritor de teatro que le enseña a emplear su imaginación, y de unos libros que la niña tenía en su cuarto, a los que nunca antes se había acercado.

Las sombras chinescas son las protagonistas de La sombra misteriosa, de Antonio de la Fuente Arjona [8] , obra en la que unos niños aprovechan la magia de una noche de tormenta en la que no pueden salir de su casa para inventar una historia y escenificarla en forma de teatro de sombras.

Además de las obras que tratan sobre el propio mundo del teatro, otras abordan mundos más o menos próximos a la ficción dramática, como el del circo o el del cine.

El mundo del circo es el referente de El gallitigre, de Javier Tomeo [9] ; en este caso, un circo muy peculiar, algo poético y algo surrealista, con animales y seres humanos verdaderamente insólitos. Augusto, el payaso escéptico y solitario, es testigo de la fuga de un león desdentado, que se escapa sin sospechar que “la libertad sin dientes es solo una broma”, y posteriormente, presencia una disputa entre varios domadores sobre cuál es el verdadero líder de los animales: los elefantes que recogen flores con su trompa, las panteras que exhalan aromáticos olores con su aliento, o los cocodrilos cuyo estiércol sale perfumado. Ante semejante desfile, Augusto se pregunta por qué él no tiene un animal preferido, lo que le lleva a reflexionar, con el peculiar humor de Javier Tomeo, sobre la falta de identidad, tema que nos sitúa de pleno en la adolescencia (edad a la que se dirige este libro). La aparición de Nemesio, el limpiador de jaulas, con su historia del tigre desdentado al que le encantan las gallinas, hace que Augusto descubra finalmente cuál es su animal emblemático: el gallitigre, que se le antoja un “símbolo de la confraternización universal”. Las ilustraciones de Sequeiros resultan fantásticas y extrañas, como el texto al que acompañan y complementan.

Otras obras ambientadas en el mundo del circo son Un tigre muy payaso, de Miguel Sandín [10] ; El circo, de Apuleyo Soto [11] , y El payaso Arco Iris, de Ricardo Rodríguez [12] .

El cine es el referente de Las sirenas se aburren, de Miguel Pacheco Vidal, original historia (para jóvenes de 12 años en adelante) en la que unas sirenas añoran los tiempos en que se comían a los náufragos y se aburren porque hace siglos que los hombres dejaron de pasar por su isla [13] . El rodaje de una película de piratas las saca de la rutina: las más atrevidas sólo piensan en devorar a sus nuevos visitantes, mientras que el director de la película se muestra fascinado por la presencia de estas. Además, las propias sirenas son seducidas por el señuelo de la fama, precipitando así el trágico final de esta obra. La enseñanza que se desprende es la de que sólo quienes consigan mantener la firmeza ante tales señuelos conseguirán salvarse; en la historia que se nos cuenta, una pareja logra escapar a esta trampa, y lo hace gracias al amor.

 



[1] Alberto Miralles, Héroes mitológicos, Madrid, AETIJ, 2000. Edición digital de libre acceso en la página: http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=11272

[2] Alberto Miralles, La Edad de los Prodigios, Valladolid, Castilla Ediciones, col. “Campo de Marte”, 1994, pág. 11.

[3] Ibíd., págs. 11-12.

[4] Fernando Lalana, Se suspende la función. Madrid, Anaya, col. “Sopa de Libros Teatro”, 2004, (Il. Enrique Flores). Esta obra obtuvo una Mención Especial del Jurado en el Premio SGAE de Teatro Infantil y Juvenil 2002.

[5] Luis Matilla, Volar sin alas. Las maravillas del teatro, Madrid, CCS, col. “Galería del Unicornio”, 1996, pág. 45.

[6] Luis Matilla, El hombre de las cien manos. Madrid, ASSITEJ-España, 2005.

[7] Sagrario Pinto, Princesa va al teatro, León, Everest, col. “Montaña Encantada”, 2005. Il. Ada García.

[8] Antonio de la Fuente Arjona, La sombra misteriosa, Madrid, Ediciones de la Torre, col. “Alba y Mayo Teatro”, 1995.

[9] Javier Tomeo, El gallitigre, Barcelona, Ronsel, 2003.

[10] Obra incluida en: Super David y compañía, ob. cit.

[11] Obra incluida en: Doña Noche y sus amigos, ob. cit.

[12] Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 1997.

[13] Miguel Pacheco Vidal, Las sirenas se aburren, León, Everest, col. “Punto de Encuentro”, 2005. Esta obra está vinculada a una experiencia escolar titulada “El asombro de Mnemosina”, que obtuvo en 2002 el Premio Juan Cervera a la Investigación sobre Teatro Infantil y Juvenil otorgado por ASSITEJ-España.