7. Luis Riaza
                                              
                                      
                                      7.1. Obras sometidas a
                                        censura
                                              
                                      
                                      En
                                        este período se presentan a censura una versión de Los muñecos a cargo del TEU de Murcia (1969), Las jaulas (1970) y El desván
                                          de los machos y el sótano de las hembras (1973 y 1974), y por segunda vez, Los círculos. Todas ellas fueron
                                        autorizadas para ser representadas en ámbitos muy restringidos, con severos
                                        cortes y vigilancia de la puesta en escena. Así, la primera de ellas se
                                        autorizó sólo para la compañía que lo solicitó, y las tres restantes,
                                        únicamente para el Festival de Sitges, si bien El desván... fue autorizada unos meses después para
                                        representaciones comerciales, dictamen que también se contempló para Los círculos en caso de que alguna
                                        compañía lo solicitara. Además, el autor participó en la creación colectiva
                                        (junto con José Arias Velasco, Ángel García Pintado, Jerónimo López Mozo,
                                        Manuel Martínez Mediero, Luis Matilla, Germán Ubillos y Manuel Pérez Casaux) de El Fernando (1972), obra que también tuvo problemas con la censura
                                          
                                          [1]
                                          
                                          .
                                        
                                      
                                      En
                                        marzo de 1969, un año después de que Los muñecos se autorizara para
                                        funciones de cámara, se presentaba una nueva
                                          versión del TEU de Murcia, en la que los censores no encontraron diferencias
                                        apreciables con respecto a la anterior, según señalan en sus informes. Fue
                                        leída en la primera sesión por los mismos vocales que la vez anterior, pero en
                                        esta ocasión sus dictámenes fueron más severos y la obra pasó a la lectura del
                                        Pleno, después del cual se decidió autorizarla “exclusivamente para el TEU de
                                        Murcia”, con cortes en dieciséis de sus páginas, la mayoría por sus
                                        connotaciones políticas
                                          
                                          [2]
                                          
                                          ,
                                        y visado del ensayo general.
                                        
                                      
                                      La
                                        mayoría de los censores encontraron que la situación planteada y los personajes
                                        permitían una lectura actualizadora que podía resultar políticamente
                                        inconveniente, por lo que algunos de ellos la prohibieron, y quienes la
                                        autorizaron condicionaron su dictamen a la supresión de aquellos fragmentos que
                                        permitieran una actualización y al visado del ensayo general. Así, F. Martínez
                                        Ruiz escribió:
                                        
                                      
                                      Entre los hechos reales o con cierta
                                        semejanza con la realidad se van mezclando frases y exabruptos, más o menos
                                        radicales que pueden hacer creer —y de hecho ocurre así— que critican o ponen
                                        en burla y solfa acciones y personajes del mundo contemporáneo. Son estas
                                        frases sueltas, estos saltos en el tiempo histórico las que le dan un sentido
                                        crítico y político, pues lógicamente hay que pensar que no se pone la
                                        Revolución Francesa en un escenario para nada.
                                        
                                      
                                      Este
                                        censor señalaba así mismo que la dignidad humana y la institución monárquica
                                        aparecían tratadas “con escasísima seriedad y verdadera falta de respeto”.
                                        Además, encontraba problemáticos aspectos como “el hecho de poner un muñeco
                                        policía, de citar a Sartre y hablar del Todopoderoso Mammon, de que al primogénito lo hacen a los tres meses
                                        coronel de los Ejércitos, las drásticas medidas para restablecer el orden” o la
                                        alusión a las milicias universitarias. Por su parte, Manuel Díez Crespo
                                        encontraba en esta obra “Un juego de muñecos que simbolizan personas y
                                        personajes de la sociedad actual”, e igualmente, el padre Artola encontró en los personajes de los reyes, “una crítica excesiva de la
                                        institución monárquica”. Los juicios de este tipo se repiten en los numerosos
                                        informes que se realizaron sobre este texto. Así, Nieves Sunyer destacaba que habrían de suprimirse las alusiones directas a la situación
                                        española, e igualmente, insistió en la necesidad del visado del ensayo general:
                                        
                                      
                                      A pesar de que el autor trata de
                                        ocultar a través de los muñecos y la muerte final que parodia la de Luis XVI de
                                        Francia, no hay duda a las alusiones directas a la situación política y social
                                        española.
                                        
                                      
                                      Varios
                                        de ellos señalan que el montaje podría potenciar su lectura política, de ahí la
                                        insistencia en condicionar su autorización al visado del ensayo general. Por
                                        ejemplo, para Sebastián Bautista de la Torre se trataba de una “Obra confusa y
                                        compleja cuyo riesgo aumentará seguramente con la puesta escénica”. Así mismo,
                                        Manuel Fraga de Lis mostraba su temor a la reacción del público, por lo que
                                        escribió que podría autorizarse para sesiones de cámara “siempre y cuando estas
                                        representaciones no se convirtieran en mítines políticos”. Para este censor,
                                        incluso la dedicatoria a Brecht resultaba sospechosa:
                                        “La obra va dedicada al ‘hermano Bertold’ y con ello
                                        ya se marca suficientemente la intención”. F. Soria definió la obra como “farsa
                                        muy intelectualizada, llena de claves políticas, más o menos oscuras”, e igualmente
                                        encontró “implicaciones muy subterráneas entre la actualidad española”.
                                        
                                      
                                      En
                                        cuanto a su valoración estética, Federico Muelas elogió su elaboración
                                        lingüística pero no su estructura dramática, al señalar que estaba “bien
                                        escrita, pero mal construida”. Fraga de Lis aducía razones estéticas, entre
                                        otras, para apoyar su prohibición: “además de las razones que se aducen de
                                        orden político-moral, por las que pueden razonarse en cuanto a buen gusto, a lo
                                        que de arte tiene el teatro y lo que el teatro es en sí”. Intentado enmarcarla
                                        en alguna corriente conocida, José María Ortiz la situó dentro del teatro del
                                        absurdo, al igual que María Luz Morales, quien le reconocía “algunos aciertos,
                                        en su género”, aunque “a cambio de una monotonía reiterativa que llega a hacerse
                                        insoportable”. Así mismo, Suevos se refirió a ella como “Obra de no excesiva
                                        calidad”, y Luis Tejedor la definió despectivamente como “Mezcolanza confusa
                                        entre Bertol (sic) Brecht y
                                        la historia de la Revolución Francesa según Dumas”. Entre los juicios más
                                        negativos estaba el de Elorriaga, quien la tildó de
                                        farsa “cruda y siniestra”. Más amable es la opinión de Díez Crespo, para quien
                                        se trataba de un “juego” escrito “con burla y desenfado”, aunque advirtió que
                                        algunas escenas eran “excesivamente claras en su rebeldía”.
                                        
                                      
                                      Las
                                        jaulas, presentada en julio de 1970 con intención de
                                          estrenarla en el Festival de Sitges, se autorizó únicamente para su
                                          representación en dicho festival, con cortes en dos de sus páginas
                                            
                                            [3]
                                            
                                             y rigurosa vigilancia de la puesta en escena; condición esta última, según se
                                          indica en el acta de la Junta, impuesta para asegurar una “adecuada limitación
                                          y encauzamiento de las licencias formales que se advierten en la obra, y en
                                          especial los grandes reparos que puedan ofrecer las últimas escenas de Antígona”
                                          (recordemos que en ella se parodian tres tragedias griegas).
                                          
                                        
                                      Únicamente
                                        fue leída por dos censores, que coincidieron en autorizarla para
                                        representaciones de cámara. Ambos destacaron tanto su intención crítica como su
                                        tono paródico: F. Soria la definió como una “parodia de intención crítica”,
                                        “muy desenfadada de lenguaje y con toda clase de licencias formales”; por su
                                        parte, F. Romero señaló que en ella, “burla burlando, se ironiza sobre las
                                        obras clásicas y la antigüedad y se critica algunos aspectos de la sociedad
                                        actual”.
                                        
                                      
                                      Tres
                                        años después que la anterior, en julio de 1973, el delegado provincial de
                                        Barcelona presentó a censura El desván de los machos y el sótano de las
                                          hembras para su inclusión en la programación del Festival de Sitges. El
                                        texto se autorizó una semana después, únicamente para dicho festival —al igual
                                        que  la anterior—, con cortes en tres de
                                        sus páginas y visado de carácter vinculante, con especial cuidado en la escena
                                        de la misa de réquiem que se describe
                                        en la acotación final. En esta ocasión, fue leída por dos censores, el
                                        religioso Jesús Cea y Manuel Díez Crespo. El primero
                                        de ellos mostraba su incertidumbre al calificarla como “una obra extraña”,
                                        “entre lo absurdo y lo simbólico”, y señalar que “No existe claramente presentación
                                        de desviaciones sexuales ni tampoco se advierte una clara tesis política. Todo
                                        es absurdo y confuso”. Por su parte, Díez Crespo la definió como “Un juego un
                                        tanto confuso sobre el poder y la descendencia, en forma de farsa, aburrida y a
                                        veces desvergonzada”.
                                        
                                      
                                      En
                                        los años sucesivos este texto fue presentado en varias ocasiones. Con el
                                        argumento de que sólo estaba autorizado para Sitges, en diciembre de ese año se
                                        le denegó el permiso a la compañía sevillana T.E.C.H. (que un mes antes la había representado en el
                                        Ciclo de Teatro Nuevo de Jerez de la Frontera) para representarlo en gira por
                                        toda España, a pesar de que su director había presentado una declaración jurada
                                        en la que afirmaba que no se emplearían decorados ni vestuario de la época
                                        actual.
                                        
                                      
                                      Ya
                                        en junio de 1974, la compañía Ensayo Uno en Venta solicitó representarlo en
                                        funciones comerciales. En esta ocasión, Díez Crespo se refirió al texto en
                                        términos más elogiosos: “Es obra bien escrita y compleja, así en su dialéctica
                                        como en su escritura escénica”, y añadió: “Dada, pues, su buena calidad
                                        literaria —a veces un tanto confusa— creo que puede representarse en teatros
                                        comerciales”. También la volvió a leer Cea, que se
                                        limitó a proponer una serie de cortes. En esta ocasión, también la leyó J. E.
                                        Aragonés, quien advertía que “Es difícil hacer una síntesis argumental de esta
                                        pieza a la vez grotesca y tendenciosa, ceremonial y lúbrica, con personajes de
                                        sexo cambiante y maníacos sexuales”; entroncaba esta obra con el esperpento valleinclanesco y con Ghelderode,
                                        y afirmaba que “el autor es de los que merecen consideración, entre los
                                        nuevos”. Finalmente, se autorizó con ocho cortes y visado del ensayo general,
                                        condiciones que, unos meses más tarde, se le impondrían igualmente a la
                                        compañía vallisoletana Corral de Comedias
                                          
                                          [4]
                                          
                                          .
                                        En 1975 se presentaron unas frases anexas, que se autorizaron con las mismas
                                        condiciones que el resto de la obra.
                                        
                                      
                                      También
                                        con motivo del Festival de Sitges, en 1974 se volvió a presentar Los
                                          círculos, que obtuvo informes más favorables que en 
                                          1967. A
                                         estas alturas, muchos textos de los llamados autores simbolistas habían pasado
                                          por manos de los censores, y esta vez la obra fue calificada como “buena obra
                                          en su género”, además de “Llevada con contención y equilibrio, muy bien
                                          compuesta, y eficaz y dignamente escrita” (J. Vasallo). En esta lectura, fue
                                          enjuiciada por dos censores, Vasallo y el padre Cea,
                                          quien se limitaría a ratificar su dictamen emitido años atrás. El texto se
                                          autorizó sólo para su representación en dicho Festival, sin cortes y con visado
                                          del ensayo general, aunque en el acta se indica que podría considerarse su
                                          autorización para representaciones comerciales, tras un “cambio de impresiones”
                                          con los vocales de la Junta.