Berta Muñoz Cáliz
Panorama de los textos teatrales...
     


 

5.2. La ficción cinematográfica y de aventuras

Otro grupo importante, aunque algo menor cuantitativamente hablando, lo constituyen las obras basadas en las películas y novelas llamadas “de género”, con un importante componente de acción y de intriga, ya sean de ciencia-ficción, de detectives, de terror o de piratas. También en este caso encontramos distintos grados de alteración del molde formal del que parten estos textos teatrales: se puede aprovechar simplemente el atractivo de estos géneros para proponer una aventura dentro de los límites de los mismos, o se puede partir de ellos para parodiarlos o poner en cuestión la ideología que suele subyacer en estas películas. En cualquier caso, lo habitual es que se introduzcan elementos cómicos en la trama, de forma que ni la intriga ni el terror se dan en estado puro, pues siempre hay una importante presencia de la comicidad. Podría decirse que la utilización de elementos de este subgénero, de éxito asegurado entre los jóvenes, se utiliza como estrategia para llegar a este público con mayor facilidad, al igual que sucedía con los cuentos maravillosos.

 

5.2.1. La ciencia-ficción

En la actualidad, no podemos hablar de un teatro de ciencia-ficción propiamente dicho dentro de los textos para niños y jóvenes que se encuentran publicados, pues por lo general, estos se limitan a tomar elementos de este género para parodiarlo o para aderezar una acción de otra temática, tal como sucede en las obras a las que haremos referencia a continuación.

En Supertot, Josep Maria Benet i Jornet [1] presenta una parodia, tal como sugiere su título, del conocido superhéroe Supermán. Al igual que el personaje en que se basa, el protagonista de esta obra es un periodista con poderes sobrehumanos enamorado de una joven, que se ve en la necesidad de salvar una ciudad amenazada. Sin embargo, aquí aparecen elementos cómicos y desmitificadores que no se daban en la película y el cómic americanos; así, por ejemplo, el héroe tiene rasgos irrisorios: destruye por error la tintorería de unos chinos y ofrece su dimisión como superhéroe; además, no actúa por su propia iniciativa, sino que lo hace movido por el Gran Dragón –quien le concede sus poderes extraordinarios-, un personaje con turbios intereses económicos (tiene negocios inmobiliarios, de publicidad…) que resulta ser el más peligroso de los malvados. Bajo la apariencia de una obra de superhéroes, se encierra así una parodia del sistema de vida capitalista y una desmitificación de los héroes que este fabrica.

Súper-David y compañía, de Miguel Sandín, es otra parodia de los superhéroes al uso. El autor define así su propósito al escribir esta obra:

Súper-David y compañía es una comedia en dos actos escrita con la sana intención de parodiar tantas películas, tebeos y novelas baratas que de un tiempo a esta parte protagonizan super-hombres y super-damas dotados de los más extraños poderes. Frente a ese culto a las super-facultades, esta obra propone que ningún poder es superior a la propia persona y su inteligencia, únicas capacidades realmente valiosas, puesto que son mérito propio y nadie las puede arrebatar [2] .

El universo de la ciencia-ficción nutre igualmente a La silla voladora, de Eduardo Galán [3] , en la que los protagonistas, Kiko y su perro hablador, prueban una silla capaz de situarse al momento en cualquier lugar del mundo con sólo pulsar unos botones. La ciencia-ficción se mezcla con las aventuras de piratas, ya que en su viaje se encontrarán con un grupo de ellos. Aparecen algunos motivos recurrentes del cine y las novelas de aventuras: el inventor, el artilugio maravilloso, el animal capaz de hablar, la princesa, los bandidos… La estructura de la obra resulta próxima a la de un guión cinematográfico o televisivo, ya que está planteada en escenas cortas, con cambios de lugar y de decorado, e incluso con intervenciones de un narrador al final del primer acto que se pregunta sobre el futuro de los personajes antes de continuar la acción (“¿Conseguirá escapar Kiko y García de la garras de Capitán Pirata? ¿Conseguirán llegar a casa sanos y salvos con el cofre del oro?...”).

Un malvado inventor es el protagonista de El profesor desinflado, de Fernando Almena, obra con diversos elementos de ciencia-ficción: un robot que no está programado para hacer el bien, y otros inventos disparatados, como una máquina para adelgazar y otra para reducir el tamaño de las personas. El protagonista, Fideo, acomplejado por su gordura, decide vengarse de quienes se burlaban de él mediante un cruel experimento [4] . No obstante, gracias a Zucena, una intrépida niña que se atreve a asomarse a su casa, Fideo pierde su mal genio y su deseo de venganza, pues con ella aprende a jugar, a ponerse en la piel de los demás, y a reírse de sí mismo.

Así mismo, Maratonia, de Fernando Herrero, trata del intento por parte de un extravagante científico y su equipo de conseguir la división del átomo [5] .

En ocasiones, los elementos de la ficción de aventuras se utilizan de forma auxiliar en obras cuya estructura no está entroncada con este género: ni lo siguen de cerca, ni lo parodian, ni lo cuestionan; simplemente, utilizan algunos de sus elementos, aunque la trama principal de la obra vaya por otro lado. Por ejemplo, los viajes espaciales aparecen mencionados en todas las piezas incluidas en el volumen Agencia de viajes un tanto especial, de Montxo Iturbide [6] , aunque su función dentro de la trama es mínima, se podría decir que se utilizan a modo de elementos decorativos: en la obra que da título al libro, el viaje a Marte no es sino un pretexto para emprender un largo viaje del que los personajes no podrán volver; en El misterio de la desaparición de la música, unos extraterrestres dejan a los protagonistas sin sonido en sus instrumentos y sin sus voces cuando están cantando una canción, en un intento de robar la música y llevársela a su planeta; y en Rigimún y Blanditierra, se proponen ejercicios corporales con un viaje espacial como pretexto, con una trama mínima.

El teatro religioso también se sirve en ocasiones de elementos propios de la ciencia-ficción, como sucede en ¡Marcianos en Belén!, de Domingo del Prado, donde la Estrella de Oriente hace una parada en Marte para descansar [7] , y allí les cuenta a los niños y niñas marcianos en qué consiste la Navidad y cuál es su significado.

Viajes espaciales (en este caso, un viaje en globo por la bóveda celeste), dragones, y otros elementos reales y fantásticos de fuentes diversas se mezclan en Si la abuela vuela, de Cruz García Casado, obra en la que se nos cuenta un viaje iniciático en el que los protagonistas, Astrosillo y Pillastra, tienen que demostrar su valentía para recuperar a su abuela [8] . Esta obra, de argumento muy sencillo, reúne elementos tanto de las películas y novelas de ciencia-ficción como del cuento maravilloso.

Aunque no se trate de una obra dramática, anotamos también aquí el texto La órbita de Ulises, de Moncho Alpuente, en el que se propone un taller de teatro a partir del primer viaje espacial de Gagarin [9] .

 

5.2.2. Detectives e intrigas policíacas

También entre las comedias con presencia de detectives e intrigas de tipo policíaco encontramos elementos paródicos que restan gravedad a los temas tratados e invitan a los lectores a ver en adelante las obras de este género con cierto escepticismo, sin creérselas del todo.

En este grupo de obras se encuentra El enigma del doctor Mabuso, de Tomás Afán, parodia de las películas de James Bond, y de las series de intriga (en las que la voz en off del narrador anuncia el episodio siguiente); a diferencia de aquellas, la obra de Afán, en lugar de presentar a un héroe imbatible, nos presenta a un antihéroe con la autoestima muy mermada, el “Agente KK” (este se siente como “una basurilla, un gusanillo, un cobardica”), el cual, lejos de ser osado ante las situaciones difíciles, cuando tiene que afrontar una misión dura, quiere irse a casa con su madre. Sin embargo, se arma de valor y acepta perseguir al doctor Mabuso, aunque no se resigna a obedecer incondicionalmente a su jefe; ello le cuesta el despido, y ante esta situación, él mismo decide actuar para desenmascarar a este personaje. Esta capacidad de negarse a obedecer cuando lo considera oportuno y de actuar por cuenta propia, es precisamente la que le confiere el rango de héroe, a diferencia de los agentes del cine americano, que obedecen a sus superiores sin cuestionar la dimensión moral de sus cometidos. Además, a diferencia de las películas que le sirven de modelo, en las que buenos y malos aparecen claramente diferenciados, aquí se relativiza la bondad y la maldad de unos y otros, haciendo que Mabuso se confunda con el propio Agente KK: a través de un doble juego en el que ambos se muestran con la misma sensación de soledad, y amparados por sus respectivas madres, se plantea la imposibilidad de dividir a las personas en “buenos” y “malos”.

Ya desde principios del siglo XX encontramos obras paródicas basadas en las comedias policíacas. Entre ellas se encuentra El detective Man-the-kon, escrita por Antonio J. Onieva en los años veinte, editada por la Librería Salesiana en 1945, y recientemente reeditada en versión de Pedro Cuevas [10] . En palabras de su autor, se trata de “una sátira fina y estrambótica de las comedias o dramas policíacos de violencia. Imita a los grandes maestros de la no violencia riéndose y caricaturizando a los ‘violentos’ del género”. El detective protagonista de esta obra resulta ser tan ingenuo como las víctimas, por lo que el padre de familia llega a la conclusión de que no le volverá a llamar si es víctima de algún delito, pues él solo se basta para hacer justicia. De este modo, a pesar de la parodia del personaje protagonista y del tono lúdico y divertido con que está tratada la historia (incluidas las escenas de violencia con armas, tratadas en clave circense), la invitación a tomarse la justicia por su mano evidencia la ideología de esta obra.

¡Catacroc!, de Fernando Almena, aúna elementos del género de intriga y el de terror, aunque cuenta también con elementos cómicos. La acción transcurre en una casa de campo, en la que un grupo de adolescentes se han reunido para ensayar una obra de teatro de terror. Cuando van a iniciar el ensayo, un hombre vestido como el muerto de la obra y de ademanes siniestros llama a la puerta. A partir de aquí, los jóvenes, asustados, cogerán una escopeta que se les dispara involuntariamente, haciendo caer al extraño. Para mayor suspense, el teléfono está cortado y no pueden llamar a la policía. Posteriormente, otros personajes similares a los de la obra que ensayaban van entrando en la casa y provocando una situación de intriga y de terror. Al mismo tiempo, también hay una presencia continua de la comicidad, que contrarresta el temor que la obra pudiera ocasionar y que invita a ver con distancia este tipo de ficción terrorífica.

Un día de espías (o El caso del Repollo con gafas), de Ignacio del Moral [11] , ya desde el título nos da idea del tratamiento cómico y divertido con el que el autor se ha acercado al género. Espías, inventos científicos y humor se compaginan en esta obra, cuyas atípicas protagonistas son dos empleadas de la limpieza, y en la que el científico genial que ha conseguido una fórmula para acabar con el hambre en el tercer mundo se encuentra convertido en un repollo con gafas y plantado en un tiesto de una oficina. En este caso, tanto el héroe atrapado y convertido en repollo como las heroínas que tendrán que rescatarlo y un nuevo aventurero que ha venido desde África buscando la fórmula, son personajes solidarios capaces de arriesgarse por ayudar a los demás, a los que se oponen el vigilante Remigio, preocupado sólo de obedecer a sus superiores, y los propios jefes de este, que han creado un poderoso dispositivo de seguridad para impedir que la fórmula se conozca.

También de detectives es El detective y la niña sonámbula, de Ana María Alvarado [12] , aunque en este caso, se trata de una historia muy alejada de los moldes habituales del género: se nos muestra la historia de una niña que se escapa por las noches, cuyo padre contrata a un detective para averiguar por qué durante la noche se desgastan las ruedas de su coche, hasta que finalmente descubre que la niña escapa para ir a la discoteca o para vivir una historia de amor.

 

5.2.3. El terror como género

Tampoco podemos hablar de terror propiamente dicho en las obras teatrales para niños y jóvenes, ya que cuando hay una presencia de este, generalmente viene acompañado de elementos cómicos que lo atenúan. En algunos casos, se diría que el motivo de los autores a la hora de escribir estas obras ha sido precisamente ayudar a los niños a vencer el miedo que le producen las películas de este género, mostrando su lado más risible.

En Mis queridos monstruos, de Fernando Almena, una reina que ejerce el poder de un modo dictatorial, tiene como pretendientes a Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo. Tanto los monstruos como la reina se presentan como personajes irrisorios y quedan ridiculizados, con el fin de atenuar los miedos infantiles, al tiempo que se plantea una crítica a los regímenes tiránicos.

El espejo de los monstruos, de Paco Abril [13] , es la historia de tres niños tan listos como traviesos que, durante el tiempo de castigo que les ha impuesto su profesora, se dibujarán a sí mismos tal como su profesora les ve: lo peor que cada niño lleva dentro aflora en sus dibujos, y estos acaban cobrando vida en forma de tres monstruos. Tras el susto inicial, los niños se reconciliarán con sus propias creaciones y descubren que exteriorizar a sus monstruos no es sino una forma de conjurarlos y de perderles el miedo. Los cambios en la forma de mirarse a sí mismos que experimentan los niños están muy bien reflejados en las divertidas ilustraciones de Rocío Martínez, que adoptan perspectivas espaciales ordenadas o distorsionadas en función de lo que les sucede a los personajes.

En El espectro del castillo, versión de Pedro Cuevas sobre una idea original de Ezequiel Pagés [14] , como ya anuncia su título, hay una presencia del terror. La acción se desarrolla en un castillo abandonado sobre el que corren rumores de que en él habitan fantasmas y espectros. Una de las protagonistas, supuestamente desequilibrada, oye gritos sin saber si realmente estos existen en realidad o sólo están dentro de su cabeza, e igualmente ve apariciones que el resto de personajes no pueden ver. En esta obra (dirigida, según el editor, a jóvenes a partir de 14 años), a diferencia de las anteriores, no hay una presencia del humor, sino que predomina el elemento de intriga, con violencia incluida, sobre todo en el desenlace, al modo de ciertas películas del género. El predominio de la violencia y la crueldad en el comportamiento de los personajes, así como la justificación del castigo que se impone a los antagonistas, aproxima a esta obra, a pesar de sus pretendidas enseñanzas moralistas (pues también hay moralejas explícitas) a aquellas teleseries y películas que parecen buscar precisamente fomentar estos comportamientos.

 

5.2.4. Aventuras de piratas

Novelas y películas de piratas nutren a un grupo de obras teatrales, y también aquí, suelen ir unidas a elementos humorísticos. Así, en Segismundo y compañía (Comedia de costumbres caribeñas), de Fernando Lalana [15] , una pareja va al teatro por error a ver una representación de La vida es sueño, creyendo que se trata de una película de acción; ante la decepción, y con la ayuda del resto del público, echan al protagonista del escenario y se ponen a montar una de piratas. Tras la aventura “caribeña”, descubrirán un tesoro que consiste en un cofre de lleno de libros, entre los cuales se encuentra la obra de Calderón que antes despreciaron y que ahora desean leer. La finalidad pedagógica es clara, aunque predomina el tratamiento desenfadado y divertido del tema abordado.

En busca de la isla del tesoro, de Alberto Miralles, también juega al teatro dentro del teatro en el contexto de una obra de piratas [16] . En este caso, los actores, caracterizados como si fueran técnicos de la sala, se dirigen al público para comunicarles que ese día no va a haber representación y que ellos están allí para limpiar el escenario, pero para no decepcionarles, ellos mismos van a representar una función. Para evitar la decepción de los niños, intentan escenificar una historia de piratas, al tiempo que les muestran algunos recursos para hacer teatro. De este modo, también en esta obra hay un elemento didáctico, que adquiere un mayor peso que en la anterior.

Aventuras y andanzas del Aurelio y la Constanza, de Luis Araujo, está escrita en tono de parodia, tanto de las historias románticas como de las de piratas, con algunas referencias a obras conocidas de ambos géneros; de hecho, alterna el uso de la prosa con el verso asonante, lo que acrecienta el tono paródico. Aurelio es un poeta soñador que está enamorado de Constanza, pero el padre de esta le rechaza porque es pobre. Una tarde, mientras Aurelio y Constanza están en la playa leyendo un poema, llegan a la costa unos piratas y secuestran a Aurelio. Ella quiere seguirle, pero los piratas la rechazan por ser mujer, así que se echa al mar por su cuenta. Finalmente, tras una serie de peripecias entre las que se cuenta un viaje al interior de una ballena, se salvan y, además, se hacen amigos de los piratas.

También encontramos elementos relacionados con el mundo de los piratas en La silla voladora, de Eduardo Galán, ya citada, y en Un tesoro bajo el volcán, de Miguel Sandín [17] .

 



[1] Josep Maria Benet i Jornet, Supertot, Barcelona, Península – Edicions 62, 1997.

[2] Miguel Sandín, Súper-David y compañía, Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 1998, pág. 7.

[3] Eduardo Galán, La silla voladora, Madrid, Bruño, col. “Altamar”, 2000 (2ª ed.).

[4] Fermando Almena, El profesor desinflado, León, Everest, col. “Montaña Encantada”, 1999 (2ª ed.).

[5] Obra incluida en el volumen: Fernando Herrero, Para los niños… (Teatro abierto), Valladolid, Caja España, 2000. Il. María José Pérez Ceinos.

[6] Montxo Iturbide, Agencia de viajes un tanto espacial, Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 2000.

[7] Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 2000.

[8] Cruz García Casado, Si la abuela vuela, ed. GEA scl y Telón de Azúcar, 1999. Il. Javier Varela de Pablo.

[9] Moncho Alpuente, La órbita de Ulises, Madrid, Ediciones de la Torre, col. “Alba y Mayo Serie Teatro”, 1994.

[10] Antonio J. Onieva y Pedro Cuevas, El detective Man-the-kon, Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 1999.

[11] Valladolid, Castilla Ediciones, col. “Campo de Marte”, 1994.

[12] Obra incluida en el volumen Obras galardonadas en el III Concurso Iberoamericano de Dramaturgia Infantil.

[13] Paco Abril, El espejo de los monstruos, León, Everest, col. “Montaña Encantada”, 2005. Il. Rocío Martínez.

[14] Obra incluida en el volumen: Antonio J. Onieva (versión de Pedro Cuevas), El detective Man-The-Kon, Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 1999.

[15] León, Everest, col. “Punto de Encuentro”, 2000.

[16] Alberto Miralles, En busca de la Isla del Tesoro, Madrid, CCS, col. “Galería del Unicornio”, 1996.

[17] Miguel Sandín, Un tesoro bajo el volcán, Madrid, CCS, col. “Escena y Fiesta”, 1997.