6. Fernando Arrabal
El hecho
más relevante relacionado con la censura de las obras de Arrabal durante este
período es el veto que se impone a la totalidad de su obra en
1969, a
finales del mandato de Fraga Iribarne, veto que
desmiente una vez más la imagen pretendidamente liberal —por otra parte siempre
en precario—, que intentó adoptar el régimen en los años del desarrollo. Esta
prohibición total contribuyó a consolidar su imagen de dramaturgo maldito y
perseguido, que trascendió fuera de nuestras fronteras. Nos encontramos así con
textos como el “Prefacio” a la primera edición en español de sus obras (tras la
censurada de Taurus)
[1]
,
dedicado en su totalidad a denunciar la persecución sufrida por el autor, sin
aludir a las obras que se publican. Su autor, Francisco González, afirmaba: “La
intolerancia franquista —hija de inquisiciones seculares— ha amordazado el
teatro de Arrabal desde su nacimiento”
[2]
,
y lo argumentaba del siguiente modo:
— Arrabal que es, hoy por hoy, el
dramaturgo español más conocido en el mundo nunca ha podido ver sus piezas
representadas en los teatros españoles.
— Esta persecución contra la obra de
Arrabal es única; que yo sepa, ninguno de sus colegas españoles sufre semejante
censura total.
— Ninguno de sus ocho volúmenes de
teatro hoy traducidos en las principales lenguas ha podido editarse en España.
— En febrero de 1969 la compañía de
Nuria Espert anunció el estreno por vez primera en
España de una pieza del autor (Los dos
verdugos)
[3]
.
La noche anterior al estreno el local fue ocupado por la policía armada, los
carteles fueron lacerados y los programas de mano destruidos.
— En la prensa española las calumnias
más rastreras contra el dramaturgo se publican a menudo:
El Sr. Rodríguez le denuncia en Primer Acto en estos términos: “Arrabal,
sádico..., solemne mamarracho, indeseable... pornógrafo farsante, progresista, izquierdoso... que explota en Francia toda una veta de
español perseguido”
[4]
.
Arriba le define como “retaco,
desvergonzado... pasándonos por las narices de los españoles su tuberculosis,
sus mugres, sus disfraces”. En este mismo periódico el co-fundador
de la Falange pedía que se castrase a Arrabal para que “incapaz de ser padre no
diera hijos que renegasen a la Patria”.
Un título de los columnas de la Hoja del Lunes dice “Arrabal, un
majadero”, mientras que el Ya prefiere: “Arrabal el loco”, etc.
El escritor no tiene nunca la
posibilidad de defenderse.
Si bien ninguno de sus volúmenes de
teatro ha sido editado en España, una editora madrileña (Taurus)
ha publicado un librito titulado Teatro
de Arrabal destinado a dar a los españoles que tan sólo pueden tener acceso
a este texto una imagen injuriosa del autor: las piezas están cortadas,
censuradas e incluso los títulos han sido cambiados (Guernica pasa a llamarse Ciugrena). Nada
puede hacer el autor para retirar este engendro de la circulación (el proceso
que intenta desde hace cuatro años ni siquiera ha podido iniciarse)... tal es
la colusión de editor-justicia-autoridades en la España de hoy
[5]
.
En
el Prefacio a la edición más reciente de su Teatro
completo, Arrabal señalaba cómo tras la desaparición de la dictadura se le
había seguido perjudicando por similares motivos:
Hasta 1975 el poder cultural (como le llamó Calaferte)
fue ¡tan enternecedoramente pedestre! Usó y abusó de las dos palabras, provocación y escándalo. Fue coartada ¡tan corta!, para vetar o rematar. Hoy
otros poderes (menos inciviles) se
sirven, para sorpresa del cándido, de los mismos vocablos. ¡Con qué
fantasmagoría penetra la quimera en la voracidad de la intolerancia!
[6]
.
Si
durante el período anterior se publicaron algunos de sus textos censurados, en
todo este período únicamente se publica en España, dentro de un volumen
colectivo
[7]
,
el texto breve Ceremonia para una cabra
sobre una nube; el resto de ediciones en español se realizarán en Francia o
en Estados Unidos.
6.1. Obras sometidas a
censura
En
estos años se presentan dos nuevos textos originales, La juventud ilustrada y Primera
comunión (en versión de José López del Río), y una versión de La grande y pequeña maniobra, de Adamov, firmada por Arrabal y Luce Moreau;
además, vuelven a presentarse textos ya sometidos al juicio de la Junta con
anterioridad, como El Arquitecto y el
emperador de Asiria, en versión modificada, y Oración, también adaptada. De estos
cinco textos, el único que se autoriza es la versión de Oración, en
1974.
A
pesar del veto, los censores no van a a prohibir sus obras automáticamente, sino que van a leer
los textos y a emitir informes; incluso algún vocal va a proponer autorizar
alguno de ellos para sesiones de cámara
[8]
.
Presentada
a censura por el Ateneo de Bilbao tan sólo unos días después de lo sucedido
durante los ensayos de Los dos verdugos, La
juventud ilustrada fue la primera obra de Arrabal que se prohibió por
el solo hecho de ser suya, a pesar de que los censores se mostraban dispuestos,
en principio, a autorizarla sin cortes para representaciones de cámara. En su
informe, S. Bautista de la Torre muestra su prevención ante las posibles
declaraciones del autor, en caso de que la obra se estrenara:
[...] no encuentro razón alguna para
prohibirla de acuerdo con las normas vigentes... Sin embargo me previene para
un informe favorable las muy especiales circunstancias del dramaturgo. Aunque
yo no advierta en la obra ningún sentido oculto de supuesta simbología, ¿quién
nos asegura, siguiendo las últimas salidas de Arrabal, que la amante torturada
no sea la España vencida y que el amante que la somete a las dulces caricias de
los latigazos y las ortigas no sea el actual Régimen?... Y aunque así no fuera,
¿quién nos garantiza que su estreno no le brindaría la oportunidad de nuevas
arremetidas contra España como ya lo hizo recientemente?...
Por
su parte, Elorriaga había señalado que éste era “más
suave” que otros textos del autor, aunque advertía que su posible peligrosidad
dependía “del contexto en que se represente y de posibles alegorías o
simbolismos plásticos no deducibles del absurdo texto”. E igualmente, Mampaso insistía en que en esta obra “símbolos e
insinuaciones de sadismo y erotismo”, estaba “muy atenuados, no en la forma
brutal y obscena de otras piezas del mismo autor”, aunque añadía una nota en la
que señalaba que, con independencia de la obra en sí, “que no ofrece problemas
de censura”, la significación del autor “podría provocar un ‘mitin’
pro-Arrabal”, por lo que solicitaba el dictamen de un superior. En
consecuencia, se consultó al ministro Fraga Iribarne,
que fue quien finalmente la prohibió en abril de 1969.
A
continuación, el grupo La Cábala presentó a censura una versión de Primera comunión por
José López del Rio. También en este caso se
consideró la posibilidad de autorizarla para sesiones de cámara con cortes,
aunque se optó por prohibirla, según argumentaba F. Soria, debido a “la
conocida actitud del autor ante cualquier censura”; para este censor, se
trataba de una “Pieza breve muy en la línea abrupta, escandalizante”.
La censora Sunyer se limitó
a resumir el argumento:
[…] La niña pregunta: ¿qué era ese
bulto que llevaba el hombre que ha pasado? La abuela contesta que era el rabo.
Los dos hombres vuelven a pasar y la niña pregunta: ¿por qué al hombre se le ha
puesto el rabo tan largo? La abuela contesta que porque está excitado y a
continuación le explica lo limpio que tiene que tener el retrete...
Y a
continuación señaló: “Después de la explicación que considero no necesita
comentarios, considero que puede autorizarse sin cortes para sesiones de
cámara”, e incluso estaba dispuesta a autorizarla para representaciones
comerciales si el resto de censores coincidía en este dictamen; aunque advertía
que, “por tratarse del autor”, consideraba necesario el visado, “para no
acentuar la procacidad”. Finalmente, la obra se prohibió en julio de 1969. En
1976, volvió a ser presentada a censura, ahora por la compañía Corral de
Comedias, realizándose en esta ocasión nuevos informes, que veremos en el
período siguiente.
En
1973 se presentó una adaptación de El arquitecto y el emperador de Asiria, a cargo de Hugo Benavente, que fue
prohibida. Los tres censores que la enjuiciaron se mostraban muy severos hacia
la obra de Arrabal y hacia el propio autor. Así, Alfredo Mampaso,
que votaba por prohibirla, escribió:
Dada la significación política de
Fernando Arrabal, su línea de teatro obsceno, irreverente y antisocial,
irrepresentable en España, creo inoportuno e impolítico autorizar esta
adaptación de un fragmento de una de sus obras no autorizadas para su
representación en nuestra Patria.
A.
de Zubiaurre indicó que la prohibición debía hacerse
de una forma “diferente del simple trámite aplicable a cualquier obra
presentada a censura”, tal como finalmente se hizo (no se emitió oficialmente
la prohibición, impidiendo así que el interesado presentara un recurso). Este
censor se refirió a la pieza como “‘substancioso’ engendro”, y señaló que había
“‘efectos’ de sadismo, masoquismo y otras perversiones,
visibles o aludidas”, además de “expresiones
soeces” y “situaciones o escenas también soeces, y muy frecuentemente con significado o matiz irreverente y hasta blasfematorio”. Las normas a las que apeló para justificar su
dictamen eran la 13 y la 18, aunque señaló que bastaba con la Norma 1 para
justificarlo
[9]
.
Finalmente, para José María García-Cernuda la obra
era “irrepresentable”, pues “Incide en la totalidad de las normas
prohibitivas”. Este dictamen recayó sobre la obra hasta 1976, año en que fue
autorizada, una vez levantado el veto que pesaba sobre el autor.
La
única obra que escapó del veto en este período fue una versión de Oración, que
se autorizó sin cortes para mayores de 18 años, a reserva de visado del ensayo general.
Los tres censores que la enjuiciaron coincidieron en este dictamen, y en este
caso no se consultó a ningún superior, por lo que la duración del proceso fue
bastante breve: presentada por la compañía Gulliver,
de Pontevedra, a finales de agosto de 1974, fue autorizada a comienzos de
septiembre. Antonio Albizu la consideró como una
“Obra moralizadora que invita a los niños a ser buenos a base de pequeños
comentarios sobre los primeros textos del Génesis y del Nuevo Testamento sobre
el nacimiento del Señor”. Por su parte, V. A. Ruiz Martínez la describió como
“Una de las primeras piezas del autor, sumido entonces en el más absoluto
nihilismo”, mientras que J. E. Aragonés se limitó a dictaminar, sin emitir
informe alguno.
También
aparece como presentada a censura en este período una adaptación, firmada por
Arrabal y Luce Moreau, de La grande y pequeña maniobra, de Adamov,
que se prohibió en diciembre de 1970.